sábado, 25 de diciembre de 2010

LOS POBRES DE PEDIR

Muchas veces cuando ya habíamos jugado a todo, jugábamos al final a los pobres que era lo más difícil, porque a lo mejor nos entraba de repente la compasión.
Nos poníamos unas ropas viejas y cogíamos un saco para echárnosle a los hombros y salíamos a pedir. Hacíamos como que llegábamos a la puerta de una casa, y decíamos:
–¡Una limosna por amor de Dios!
Y entonces a veces nos decían:
–¡Dios le ampare, hermano! –y no nos daban nada.
Pero en otras casas nos daban un botón o unas recortaduras de patatas, o unas ortigas, que eran como si fueran berzas, y las mondajas como si fueran recortaduras de tocino. Y entonces decíamos:
–Dios se lo pague.
Y, cuando ya teníamos unos cuantos botones y muchas ortigas o mondas de patatas, íbamos a la posada y preguntábamos si podíamos acostarnos allí. Y decía la posadera:
–Vale dos duros.
Y la dábamos dos botones. Y luego preguntábamos:
–¿Y podría usted guisarnos estas viandas que traemos?
Pero la posadera decía:
–Ésas son porquerías para los cerdos.
Y nos las cogía y las tiraba. Así que entonces sacábamos otro botón para pagar la cena, y la posadera nos ponía un plato en una mesa y comíamos al pozo. Y ella decía:
–Antes de comer, se reza.
–Sí, señora –decíamos nosotros.
Y nos poníamos a rezar. Pero cuando ya estábamos rezando, se presentaban los guardias y decían:
–Quedan ustedes detenidos.
–¿Qué hemos hecho? –decía unos de nosotros.
Y respondía un guardia:
–Porque son ustedes pobres, y resultan peligrosos.
Entonces intentábamos escaparnos, pero decía la posadera:
–Eso no vale. Os tenéis que dejar llevar a la cárcel como los pobres de verdad, que es como es el juego.
De manera que los guardias sacaban del bolsillo una cuerda y nos ataban las manos, y así nos llevaban a interrogarnos que es lo más bonito porque contábamos la vida de pobre que teníamos y el hambre que pasábamos, y de dónde éramos, y el frío de los inviernos sin un techo donde guarecernos y sin tener a nadie en este mundo que nos amparase. Pero a veces, ya digo, nos entraba a lo mejor entonces, la compasión, y los mismos guardias decían:
–¡Bueno, bueno! ¡Que no se vuelva a repetir, y a ver si dejan ustedes de ser pobres!
Y nosotros contestábamos:
–¡Sí, señor!¡A ver!

José Jiménez Lozano

miércoles, 22 de diciembre de 2010

AHORA QUE ESTÁ A PUNTO DE ACABAR EL AÑO SANTO JACOBEO...




¡BUEN CAMINO!


¿Buscaba a Dios? Puede ser que fuera la razón de iniciar mi camino. Después de tantos viajes por todas las partes del mundo, tantos sitios conocidos, placeres disfrutados y tanta gente con la que he tenido ocasión de hablar y convivir, sentía dentro de mí algo parecido a un vacío. Una especie de hueco en la boca del estómago. Nada parecía llenar ese hueco. Vi esa especie de guía y me dije, ¿por qué no?; y aquí estoy. Llevo ya más de doce días desde que salí de casa. No parece que el hueco desaparezca, a lo mejor es pronto; pero de lo que estoy seguro es que no necesito tantas cosas para vivir. Aquí con poco es suficiente. Te fijas en la gente y ves a muchos que llevan menos que uno mismo, y a pesar de ello te ofrecen lo que tienen por si necesitas algo. Resulta curioso. En mi vida normal durarían un suspiro. Espero que el tiempo no empeore, porque no estoy acostumbrado ya a las inclemencias del tiempo, ...
...Yo no hago el Camino, vivo en el Camino. Cuando llego al final regreso al principio. Te parecerá una locura pero es una forma de vivir como otra cualquiera. Ves gente de toda condición, de cualquier parte del mundo. Te hablan en lenguas raras, ya voy conociendo algunas no te creas, francés, inglés, alemán, holandés y alguna otra por ahí. El trato con las personas me gusta. Para vivir hago trabajos en los sitios donde llego. Unas veces de camarero, otras ayudo en el campo o con el ganado. Para comida y vestido no te falta. Aseo y dormir, en los albergues...
...Cuando salí de Alemania, dejé a la familia, los amigos y a mi novia. Dejé el trabajo y decidí comenzar a caminar. El destino lo tenía claro: Santiago de Compostela. Tal vez fue el sitio más lejano que primero se me vino a la mente. Tal vez mi necesidad de cambiar mi vida se viese inspirada por algo sobrenatural. Como por ejemplo el milagro de que entiendas lo que te digo. Yo, que solamente hablo alemán, estoy consiguiendo que me entiendas hablando en español, será obra del Espíritu Santo tal vez...
...No recuerdo siquiera cuándo empecé a hacer el Camino. Ya llevo una docena de veces. He recorrido casi todas las rutas viejas. El Camino Francés va por la tercera vez que le he recorrido completo. Los mejores albergues están en la Rioja. Lo sé todo del Camino. Pregunta lo que quieras. Cuando llego a Santiago, siento pena porque ha terminado el viaje. Regreso a mi casa y comienzo a planificar el siguiente...
...La lluvia lleva sin dejar de caer más de una semana. Desde que entramos en la provincia de Burgos no ha parado de llover. Por la cabeza vagan un asunto tras otro, sin fijarse ninguna idea en concreto. Amigos, amor, familia, trabajo, futuro, pasado, presente, bien, mal, y todo cuanto podáis pensar o soñar; el agua no deja de caer. Todavía me pregunto qué hago yo aquí, calándome hasta los huesos. Tiritando y con frío. Pero no puedo evitar seguir caminando. Cuando a la noche llegue al albergue, cuando esté seco y caliente, empezaré a programar el día siguiente. Visitaré la iglesia de Santiago en Villadangos que dicen que es muy interesante. Y mañana seguiré caminando no sabiendo muy bien la razón pero compelido a hacerlo, a pesar de la lluvia, del dolor de mis pies ya cansados...
...Yo no voy a Santiago, voy hasta Finisterre. El Camino es un invento de la iglesia. Lo que existen son las fuerzas telúricas. Yo recorro las partes de la Tierra donde estas fuerzas se encuentran presentes. Lo de la religión no es cierto, aprovecharon una ruta que existía y se inventaron lo del apóstol. Sólo la fuerza de la naturaleza es la que verdaderamente existe...
...¿Me buscaba a mí mismo? Las preguntas se agolpaban en mi cabeza. Intentaba caminar solo siempre que podía. Me limitaba a sonreír únicamente a los que me dirigían la palabra. Casi que evitaba el contacto humano. Necesitaba estar solo. Rodeado del “silencio de las palabras”, tan solo los ruidos naturales. Encontrar un sentido a mi vida. Orientar mi existencia a partir de mi propia persona...
...¿Quién me mandaría a mí elegir a la morena? La rubia hubiese sido mejor elección, pero este cuerpo bien vale un sacrificio. Había escuchado lo de: ”... que en el pecado va la penitencia.” Pero no sabía yo esto de pasar la penitencia antes de hacer el pecado. ¡Qué cuerpo! Esos ojos verdes sobre la cara tan pálida, y el pelo largo y negro. Seguro que merece la pena cuando terminemos el Camino, porque hasta ahora, cuatro piquitos y un par de castos abrazos. Pero cuando estemos de vuelta lo pasaré bien...
...Cuando todo en la vida te marcha bien es el momento de dar gracias a Dios, al menos eso pienso. Por agradecer que todo está a mi gusto, decidí hacer como penitencia el Camino hasta Santiago de Compostela. Era la mejor forma de agradecer al Creador los dones con los que colmaba mi vida. Atrás había quedado la enfermedad tan grave de mi mujer. Mis hijos habían podido rehacer sus vidas, al menos de una manera más normal, sin tanto sobresalto. Había recuperado un trabajo, que tanto necesitaba. No había duda, era el momento de agradecer lo recibido...
...No porque veas a una vieja inglesa, vayas a pensar que soy una protestante. Allí también hay católicos. Tenía ganas de hacer el Camino desde mi juventud, pero por unas razones o por otras, nunca pude hacerlo. Ahora ya con mis sesenta y algún años, ha llegado el momento. Lo peor que llevo es lo de la comida. Necesito poco, pero hecho de menos un buen sándwich y un té. La ventaja es que cuando nosotros paramos a comer, la mayoría está haciendo otras cosas. Resulta curioso observar el comportamiento de todos los peregrinos. ¡Tantos millones de personas han realizado el Camino durante tantos siglos! Distinguir a los españoles resulta fácil, antes de que hablen, sólo por el ruido que hacen...
...Andar y observar. Plantas, paisaje, cielo y nubes. Todo parece a la vez nuevo y sin embargo conocido; diferente y a la vez familiar. Pájaros, el ruido del agua, mi jadeo al caminar, mis propios latidos, todo me resultaba más intenso. Colores, sonidos y olores. Miraba el cielo azul, pues el tiempo seco y despejado me acompañó durante todo el recorrido. Los cantos de las aves, completaban el murmullo del agua en los regatos que junto al sendero discurrían, como guiando al peregrino. Y envolviéndolo todo la luz y la paz. Se podía sentir al caminar...
¿Por qué has hecho el Camino?, me preguntó mi amigo al regresar. No supe qué responder. Espero que lo anterior pueda servir en parte de respuesta. En cuanto a mi porqué todavía lo estoy buscando, ¡buen Camino!.

Fabio López

martes, 21 de diciembre de 2010

Una visita a la Lugareja



Pasada la hora marcada para la cita, apenas unos cinco minutos, comencé a subir por la ladera del alto donde está la iglesia del antiguo arrabal de Gómez y Román. No quería subir por el camino, como tantas veces lo había hecho cuando la romería en el mes de junio celebraba su popular reunión. Esta vez era diferente. La joya del mudéjar me esperaba en lo alto, igual desde hace siglos, dominando desde su torre toda la llanura que la rodea.
Los vehículos estacionados en la parte del arroyo, junto a la carretera, denotaban que algo novedoso estaba sucediendo allí. Cuando coroné la cuesta, después de andar entre pimpollos, pisando el suelo blando y arenoso con su fina capa de mullida hierba y apenas unos pocos matojos, vi ante mí la iglesia de la Lugareja, mientras un nutrido grupo de personas que no llegaba al centenar, no dejaba de entrar y salir de ella. Declarada Monumento Nacional en 1931, es probablemente uno de los monumentos más fotografiados de la provincia de Ávila después de las murallas. Un litigio cuyos términos desconozco ha interrumpido mis visitas anuales a esta bella iglesia, pese a saber que puede visitarse todos los miércoles del año de 13,00 a 15,00 horas.
Al margen de nombramientos, litigios y otras circunstancias, está su figura, allá en lo alto dominando los alrededores. Visible desde casi todo Arévalo y la llanura. Su silueta se recorta con los atardeceres de fondo, quizá la imagen más conocida. Al amanecer y desde el camino del Torrejón su figura es resaltada por el primer sol que alumbra el día, menos vista esta imagen, tal vez, porque se ha de madrugar bastante para que ese momento nos coja bien situados para su contemplación.
Millones de veces fotografiada pero pese a ello, los presentes siguen buscando ese encuadre diferente a lo conocido, ese enfoque casi imposible, intentando fotografiar la campana; por dentro y por fuera, de un lado y de otro, sin dejar de disparar sus cámaras, con un entusiasmo de principiantes. Los comentarios se suceden entre nosotros, mientras circulan unas líneas escritas por el profesor José Luis Gutiérrez Robledo en el año 2008. Es este profesor un enamorado de esta iglesia, poco después me comentan que ha mandado un correo lamentando no poder asistir a la visita, él que se conoce el monumento de memoria, que puede describirla con los ojos cerrados, porque cuando hablas con él de la Lugareja notas que se la ha aprendido de corazón; que la ha aprehendido, que la ha hecho suya.
Yo, desconocedor de términos arquitectónicos o monumentales, siento los recuerdos mientras paseo por sus capillas, me acerco al retablo, contemplo su cúpula, paso la mano por sus ladrillos. Siento la gaitilla sonar, sorprendido me ilusiono pensando en que Mario ha sido capaz de prepararnos una musical sorpresa, pero me doy cuenta que no, que son los recuerdos. Los de una plazoleta llena de gente, la que está entre las casas junto a la iglesia del arrabal de Gómez y Román, gente que baila unas jotas, chiquillos que corren entre la multitud. Mesas repletas de tortillas de patata, el bar portátil del “Churrero”, las mujeres bailando juntas un pasodoble que suena entre jota y jota, sonido de petardos que ha vendido “la España”. Todos los años subíamos acompañando a la virgen. Servicio peculiar el que teníamos que realizar. Parte religioso parte social. Fue don José Tomé el que me hizo coger la costumbre de entrar en la iglesia y ver a la virgen cuando ya reposaba allí hasta el siguiente año. Recorrer el caserío, que yo he conocido prácticamente vacío, imaginando lo que aquello había sido hacía años, con sus gentes laboriosas, las faenas agrícolas y ganaderas incesantes. Encajando lo que personas mayores me habían contado sobre el Lugarejo, la siega y el ir a espigar, la caza, los enormes montones de grano en la era....
Ahora todo vacío y olvidado. Ya no subo cada mes de junio, pero quiero hacerlo con más frecuencia. El próximo miércoles que sea fiesta, si nada ha cambiado, tenemos que venir a verla de nuevo y traernos una tortilla y comer sobre la mullida hierba, a la sombra de los pimpollos, sobre la blanda colina de arena. Volver a contar sus arcos, admirar su torre, volver a calcular la altura de su cúpula y quedarnos con la boca abierta admirando su belleza, tal vez consigamos subir hasta la espadaña y poder ver todo Arévalo y la llanura y que puedan hacer muchas fotos nuevas, nunca vistas, de la Lugareja.

lunes, 20 de diciembre de 2010

A PESAR DEL TIEMPO TRANSCURRIDO....

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

Bertolt Brecht





"Cuando los nazis vinieron..."
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

Martin Niemoeller

viernes, 17 de diciembre de 2010

LA POBRE



LA POBRE.
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni madre.
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni nadie.

Que no tengo ni abrigo
que llevarme a los hombros.
No tengo ni belleza
que llevarme a los hombres.

Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni labios
que llevarme a la boca.

¿Tenéis una mirada de ternura?
¿Os sobra algo de vino en la copa?
¡Un poquito de pez,
que tengo hambre..!

Aunque sólo sea una mirada,
soy tan pobre, tan pobre,
que no tengo una sábana blanca...
pero si no la tengo no te vayas.

No tengo un hombro donde llorar a gusto.
No tengo un hombre donde zurcir palabras.

Unas manos, por caridad,
para las mías largas,
que tengo a mi corazón enfermo
y no tengo que darle una cucharada.


Gloria Fuertes

martes, 14 de diciembre de 2010

EL MUDEJARILLO

La casita que les habían dejado en Arévalo estaba cerca de los huertos de los arrabales, con norias y albercas; y era de las últimas casas por aquella parte del pueblo. Y allí también tenían el telarcillo, que estaba junto a la cocina, en el cuarto de adentro, que así era muy calentito y era lo que más le gustaba a la novia de Francisco, el hijo mayor de la señora Catalina, porque tan calentita que estaría ella allí, trabajando, cuando se casase; después de haber pasado tantos fríos, lavando en el río, que a veces tenían que romper las lavanderas el hielo y las manos se hinchaban y se ponían azules, de tanto tener que refregar con agua cruda la ropa de los señores y la propia.


JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

HETERODOXOS Y OLVIDADOS




Un libro recomendado para estas fechas navideñas, con más tiempo libre para leer.


En la contraportada un adelanto de lo que nos espera en este magnífico libro de Adolfo Yáñez, prologado por Serafín de Tapia:
"...El avance social no se produce mecánicamente, por el mero paso del tiempo, sino que es preciso que gentes o grupos sociales concretos luchen por desmontar privilegios, desvelar falsedades, conseguir derechos básicos de las personas. En esa lucha secular la mayoría de los héroes oscuros -que estas páginas iluminan- tuvo que pagar un altísimo precio y, prácticamente ninguno, logró en vida sus objetivos.
A nosotros, sus descendientes, nos cabe la íntima satisfacción de comprobar los logros de aquella ingente tarea civilizadora."




SERAFÍN DE TAPIA SÁNCHEZ

lunes, 13 de diciembre de 2010

UN POEMA DE GIACOMO LEOPARDI



Los recuerdos Canto XXII

No pensé, bellas luces de la Osa,
aún volver, cual solía, a contemplaros
sobre el jardín paterno titilantes,
y a hablaros acodado en la ventana
de esta morada en que habité de niño,
y donde vi el final de mi alegría.
¡Cuántas quimeras, cuántas fantasías
creó antaño en mi mente vuestra vista
y los astros vecinos! Por entonces,
taciturno, sentado sobre el césped,
me pasaba gran parte de la noche
mirando el cielo, y escuchando el canto
de la rana remota en la campiña.
Y erraba la luciérnaga en los setos
y en el parterre, al viento susurrando
las sendas perfumadas, los cipreses,
en el bosque; y oía alternas voces
bajo el techo paterno, y el tranquilo
quehacer de los criados, ¡y qué sueños,
qué pensamientos me inspiró la vista
de aquel lejano mar, de los azules
montes que veo, y que cruzar un día
pensaba, arcanos mundos, dicha arcana
fingiendo a mi vivir! De mi destino
ignorante, y de todas cuantas veces
esta vida desnuda y dolorosa
trocado a gusto hubiera con la muerte.

No supo el corazón que condenado
sería a consumir el verde tiempo
en mi pueblo salvaje, entre una gente
zafia y vil, a la cual extraños nombres,
si no causa de risas y de mofa,
son doctrina y saber; que me odia y huye,
no por envidia, pues que no me tiene
por superior a ella, pero piensa
que así me considero, aunque por fuera
no doy a nadie nunca muestras de ello.
Aquí paso los años, solo, oculto,
sin vida y sin amor; y entre malévolos,
en huraño a la fuerza me convierto,
de piedad y virtudes me despojo,
y con desprecio a los humanos miro,
por la grey que me cerca; y mientras, vuela
el tiempo juvenil, aún más querido
que el laurel y la fama, que la pura
luz matinal, y el respirar: te pierdo
sin una dicha, inútilmente, en este
inhumano lugar, entre las cuitas,
¡oh, única flor en esta vida yerma!

Viene el viento trayendo el son de la hora
de la torre del pueblo. Sosegaba
este son, lo recuerdo, siendo niño,
mis noches, cuando en vela me tenían
mis asiduos terrores en lo oscuro,
y deseaba el alba. Aquí no hay nada
que vea o sienta, donde alguna imagen
no vuelva, o brote algún recuerdo dulce.
Dulce por sí; mas con dolor se infiltra
la idea del presente, un vano anhelo
del pasado, aunque triste, y el decirme:
"yo fui". La galería vuelta al último
rayo del día; los pintados muros,
los fingidos rebaños, y el naciente
sol sobre el campo a solas, en mis ojos
mil deleites pusieron, cuando al lado
mi error me hablaba poderoso, siempre,
doquier me hallase. En estas viejas salas,
al claror de la nieve, en torno a estas
amplias ventanas al silbar del viento,
resonaron los gozos, y mis voces
joviales, cuando el agrio y el indigno
misterio de las cosas de dulzura
lleno se muestra; entera, sin mancilla
el mozo, cual amante aún inexperto,
va a su engañosa vida cortejando,
y celeste beldad fingiendo admira.

¡Oh esperanzas aquellas; tierno engaño
de mi primera edad! Siempre, al hablar,
vuelvo a vosotras; que, aunque pase el tiempo,
y aunque cambie de afectos y de ideas,
no sé olvidaros. Sé que son fantasmas
la gloria y el honor; placer y bienes
mero deseo; estéril es la vida,
miseria inútil. Y si bien vacíos
están mis años, si desierto, oscuro
es mi estado mortal, poco me quita,
bien veo, la fortuna. Mas, a veces,
os recuerdo, mis viejas esperanzas,
y aquel querido imaginar primero;
luego contemplo mi vivir tan mísero
y tan doliente, y que la muerte es eso
que con tanta esperanza hoy se me acerca;
siento el pecho oprimido, que no sé
de mi destino en nada consolarme,
y cuando al fin esta invocada muerte
esté a mi lado, y ya se acerque el fin
de mi desdicha; cuando en valle extraño
se convierta la tierra, y de mis ojos
el futuro se escape, estad seguras
de que os recordaré: y que suspirar
me hará esta imagen, y el haber vivido
en vano será amargo, y la dulzura
del fatal día aliviará mis cuitas.

Ya en el primer tumulto juvenil
de contentos, de angustias y deseos,
llamé a la muerte en muchas ocasiones,
y largo rato me senté en la fuente
pensando en acabar dentro de su agua
mi esperanza y dolor. Luego, por ciega
enfermedad mi vida peligrando,
lloré mi juventud, y de mis pobres
días la flor caída antes de tiempo,
y sentado a altas horas en mi lecho
consciente, muchas veces, dolorido,
bajo la débil lámpara rimando,
lamenté, con la noche y el silencio,
mi alma fugitiva, y a mí mismo
exhausto me canté fúnebres cantos.

¿Quién puede recordaros sin suspiros,
juventud que llegabas nueva, días
hermosos, inefables, cuando al hombre
extasiado sonríen las doncellas
por vez primera; toda cosa en torno
pugna por sonreír; calla la envidia,
aún dormida o tal vez benigna; y casi
(inusitada maravilla) el mundo
su diestra mano tiende generosa,
excusa sus errores, y festeja
su entrar nuevo en la vida, y se le inclina
mostrando que por amo lo recibe?
¡Días fugaces que como el relámpago
se desvanecen! ¿y un mortal ajeno
habrá de desventura, si pasada
esta hermosa estación, si el tiempo bueno,
su mocedad, ay mocedad, se extingue?

¡Oh Nerina! ¿y de ti no escucho acaso
hablar a estos lugares? ¿De mi mente
acaso te caíste? ¿Dónde has ido,
que aquí de ti tan sólo la memoria,
dulzura mía, encuentro? No te ve
esta tierra natal: esta ventana
en que hablarme solías, y que ahora
triste luce a la luz de las estrellas,
está desierta. ¿Dónde estás? ¿No escucho
sonar tu voz, igual que en aquel día
cuando me hacía algún lejano acento
de tu labio, al llegarme, emblanquecer
el rostro? En otros tiempos. Ya se fueron
tus días, dulce amor. Pasaste. A otros
hoy les toca pasar por esta tierra
y habitar estas lomas perfumadas.
Mas rápida pasaste; y como un sueño
fue tu vida. Danzabas; en la frente
te lucía la dicha, y en los ojos
el confiado imaginar, el brillo
de juventud, cuando sopló el destino,
y yaciste. ¡Ay, Nerina! El viejo amor
reina en mi pecho. Si es que a una tertulia
o a alguna fiesta voy, para mí mismo
digo: ¡oh Nerina!, ya no te aderezas,
ya no acudes a fiestas ni a tertulias.
Si vuelve mayo, y ramos y cantares
los novios les van dando a las muchachas,
digo: Nerina, para ti no vuelve
nunca la primavera, amor no vuelve.
Cada día sereno o florecido
prado que miro, o gozo que yo siento
digo: Nerina ya no goza; el aire
y los campos no ve. ¡Pasaste, eterno
mi suspirar! ¡Pasaste! Y compañera
será ya de mis sueños, de mi tierno
sentir, de las queridas y las tristes
emociones, la amarga remembranza.

Versión de Luis Martínez de Merlo

lunes, 6 de diciembre de 2010

Parábolas y circunloquios de Rabí Isaac Ben Yehuda

Por marzo, con los días ya largos y soleados, cayó Rabí Isaac Ben Yehuda en un mesón muy viejo, lleno de titiriteros que iban camino de la ciudad a representar la verdadera Pasión del Salvador, pero eso les resultaba tan difícil que tenían que ensayar continuamente para hacer llorar al pueblo, sin conseguir lo cual nadie les daría un ochavo.
–Bien haría éste de Caifás –dijo el jefe de los titiriteros al ver entrar al hombre con su cesta de quincalla y su nariz como pico de águila o de loro parlamentario.
Pero cuando supieron que, efectivamente, era un judío, no le denunciaron por eso, ni tampoco le mostraron animosidad alguna.
–Nosotros ni entramos ni salimos en esto de la Pasión del Redentor –le aseguraron–. A nosotros nos pagan por representar este auto y mejor querríamos representar las comedias de la Pascua o de la Navidad o de otro tiempo en las que salen amores de hombres y mujeres, más sustanciosos. Pero a nosotros nos da lo mismo, nada tenemos que ver con Él, puesto que los curas se lo han apropiado y nos niegan hasta la tumba en el cementerio, excomulgados como estamos. Y, a no ser porque representamos también a la Magdalena, no nosdejarían hacer la Pasión del Redentor como a herejes indignos. Pero la Magdalena les gusta con sus pechos desnudos, porque dicen que así se muestra el pecado, pero es que los pechos son dulces de ver siempre y nuestra Magdalena los tiene hermosos y blancos como dos montones de nieve. Todos los ojos están sobre ella, aunque Cristo esté colgado de la cruz.
Pero no se volvió a hablar más de esas cuestiones. Los titiriteros siguieron con sus sus ensayos y hartándose de comida para prevenir los tiempos de hambre que siempre estaban colgando sobre sus cabezas. Por las noches jugaban a los dados sus papeles y quien hacía de rey hasta entonces perdía su trono, y el que representaba al patán leproso ceñía la corona. El buhonero vio dos o tres veces vaciarse su cesta con esas vueltas de la fortuna en la cocina del mesón, y también jugó a los dados y al ajedrez, al tarot y a la gallina ciega, con las mozas y los muchachos que llegaban de las aldeas para ser cómicos. A punto estuvo de olvidar a Yhvé Dios, Bendito sea su Nombre, porque esta era la verdadera vida.
Un bufón trajo, luego, una noche, noticia de la guerra, pero dijo que la guerra era como el ajedrez o las cartas. ¿Qué harían los hombres sin la guerra? La vida entera sería como una noche sin jugar a los dados. Así que todos los titiriteros se prepararon para la guerra. Ellos no lucharían, ciertamente, pero se informarían muy bien de quién ganaba la batalla y le proclamarían el príncipe más justo y poderoso del mundo. Le dedicarían una comedia y canciones, y, si les daba de comer y lecho bien mullido, podrían asegurarle incluso que viviría mil años, tendría cien esposas y muchos arcones de oro. Porque esto, al fin y al cabo, era lo que todos ansiaban, aunque lo andaban disimulando con los rezos y los "tedeums" para poner al Dios del cielo de su parte. De otro modo no serían príncipes, si no pudieran darle las gracias a ese Dios por haberse portado cabalmente en las batallas, y lo más natural era que, si perdían, destruyesen las iglesias y violaran a las monjas. ¿Acaso no eran las novias de Dios? ¿Y qué se hace con las novias, las esposas, hijas o hermanas de los traidores y vencidos?.......








viernes, 3 de diciembre de 2010

UN POEMA DE GIACOMO LEOPARDI

El primer amor Canto X

Vuelve a mi mente el día en que el combate
sentí de amor por vez primera, y dije: .
«¡Ay de mí, si es amor, cómo acongoja! »

Con los ojos clavados en la tierra,
yo contemplaba a aquella que, inocente,
mi corazón hizo vibrar primero.

¡Ay, amor, y cuán mal me gobernaste!
¿Por qué tan dulce amor debió consigo
llevar tanto dolor, tanto deseo,

y ni sereno, ni íntegro y sencillo,
mas lleno de lamentos y de afanes,
bajó a mi corazón tanto deleite?

Y dime, tierno corazón, ¿qué espanto,
qué angustia era la tuya al pensamiento
junto al cual era hastío todo goce? ;

el pensamiento aquel, que, lisonjero,
se te ofreció en la noche, cuando todo
quieto en el hemisferio aparecía.

Tú, infeliz venturoso e intranquilo,
me fatigabas el costado sobre
el lecho, fuertemente palpitando.

Y cuando triste, exhausto y afanoso,
yo los ojos cerraba, delirante
como por fiebre, el sueño no acudía.

¡Oh, qué viva surgía en las tinieblas
la imagen dulce, y los cerrados ojos
la contemplaban bajo de los párpados!

¡Qué latidos suavísimos sentía
recorrerme los huesos, qué confusos,
mudables pensamientos en el alma

alzábanse, lo mismo que en las copas
de antigua selva el céfiro soplando
arranca un largo y trémulo murmullo!

Mientras callaba, sin luchar, ¿ qué hiciste,
¡oh corazón! , cuando partía aquella
por quien pensando y palpitando vivo?

Me sentía quemado lentamente
por la llama de amor, cuando la brisa
que la avivaba se extinguió de pronto.

El nuevo día me encontró sin sueño,
y al corcel que debía dejarme solo
piafar oía ante el paterno albergue.

Y yo, tímido, quieto e inexperto,
en el balcón oscuro, inútilmente
aguzaba la vista y el oído

esperando escuchar la voz que de unos
labios debía salir por vez postrera;
aquella voz que el cielo, ¡ay! , me vedaba.

¡Cuántas veces el vacilante oído
plebeya voz hirió, y heló mis venas
e hizo latir el corazón con fuerza!

Y cuando al corazón bajó el acento
de aquella voz amada, y se escucharon
de carros y caballos los rumores,

me quedé ciego, me encogí en el lecho
palpitando, y, cerrados ya los ojos,
oprimí el corazón entre mi mano.

Luego, arrastrando las rodillas trémulas
por la callada estancia, tontamente,
decía: «¿Qué dolor puede ya herirme ?»

Amarguísimo entonces, el recuerdo
se me emplazó en el pecho, y se oprimía
a toda voz, ante cualquier semblante.

Largo dolor mi mente iba minando,
cual lluvia que al caer del vasto Olimpo
melancólicamente, el campo baña.

No sabía de ti, garzón de nueve
y nueve soles, a llorar nacido,
cuando en mí hiciste la primera prueba.

Y el placer desdeñando, no me era
grato el reír de un astro, ni el silencio
de la aurora, ni el verdecer del prado.

También faltaba el ansia de la gloria
del pecho, al que inflamar tanto solía,
pues la borró el amor por la belleza.

Desatendí el estudio acostumbrado
y lo creía vano, porque vano
cualquier otro deseo imaginaba.

¿Cómo pude cambiar de tal manera
y que un amor borrara otros amores?
En verdad, ¡ay de mí! , cuán vanos somos.

Mi corazón tan sólo me placía,
y de un perenne razonar esclavo
espiaba el dolor que lo embargaba.

La vista fija en tierra o abstraída,
insoportable me era ver un rostro
fugitivo, ya fuese hermoso o feo,

pues temía turbar la inmaculada,
cándida imagen en mi mente fija,
cual la onda del lago turba el aire.

Y aquel no haber gozado plenamente
-que de arrepentimiento llena mi alma
y el placer que pasó cambia en veneno-

en los huídos días, a mi mente
estimula; que de verguenza el duro
freno mi corazón ya no sujeta.

Juro a los cielos ya las nobles almas
que nunca un bajo anhelo entró en mi pecho,
que ardí en un fuego inmaculado y puro.

Vive aquel fuego aún, vive el afecto,
alienta en mi pensar la bella imagen
de quien, si no celestes, otros goces

jamás tuve, y sólo ella satisface.

Versión de Diego Navarro

sábado, 20 de noviembre de 2010

UN HOMBRE DE LOS DE ANTAÑO



Nadie diría viéndole montar en bicicleta que tiene ya 84 años. Con qué destreza sube y baja de ella. Capaz de cargar bultos en su montura imposibles para otros. Con pericia de años trae y lleva cargas de leña, piñatos o piñotes o lo que se tercie. Cada día va hasta el pinar a recoger algo de leña para el invierno. Cuando le veo con su bicicleta siento que pertenece a una generación que desaparece. Quedan ya pocos como él.
Es de los que conocieron el hambre, o como ellos mismos dicen, la necesidad de los años malos después de la guerra. Para ellos cuando hablan de guerra se refieren a la única guerra, la que marcó sus vidas. Sigue montando en su vieja bicicleta, a la que repara los pinchazos él mismo, desmonta la cámara con la ayuda de dos tenedores y pega el parche que tape el agujero con el viejo tubo de pegamento de toda la vida. La última vez le costó bastante encontrar los tubos que ha gastado desde siempre. Probablemente en la próxima ocasión le toque cambiar de marca.
Cuando se monta en el único vehículo que ha conducido en toda su vida, no distingue de normas de circulación. Varias veces los municipales le han hablado de direcciones prohibidas o sentidos obligatorios, pero para él que fue poco a la escuela, le quedó grabado en su memoria aquello de que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, por ello para ir hasta el pinar desde su casa, sigue el mismo recorrido de siempre, el de toda la vida, sin importarle demasiado que hayan construido casas o cambiado las calles. Va con cuidado pues no se fía de los coches como dice, pero siempre por el mismo camino.
Es de los que se criaron con la radio como única compañía. La televisión no acaba de entrar en su vida. No le gusta. Cuida de su mujer, casi tan mayor como él. No tienen hijos pero eso no les preocupa nada. Nunca se han sentido solos, pues sobrinos y demás familia siempre les han acompañado. Además como suele decir a menudo, se ha fijado en que los de su edad si tienen hijos están tan solos como ellos.
Ya no fuma. Se lo quitaron entre su mujer y el médico. Era conveniente dejarlo por su salud le decían. Él por no discutir accedió a dejarlo. Ahora ve a los jóvenes que han vuelto a liar los cigarros y no puede evitar una sonrisa al verlos. No saben hacer un cigarro como Dios manda. Él fumó siempre picadura y liaba unos cigarros gordos, prietos y rotundos. Fumaba picadura porque cuando empezó a hacerlo era lo único que había. Luego con el tiempo la fuerza de la costumbre le hizo mantenerse fiel a su tabaco de liar. Por eso cuando los jóvenes le dicen que ahora no es por moda sino porque les sale más barato mueve la cabeza contrariado, al tiempo que en voz baja suelta uno de sus habituales tacos, pensando que no es bueno que vuelvan los tiempos difíciles pues no les ve preparados a estos chicos de ahora.
Al mismo tiempo que dejó de fumar dejó de ponerse la boina negra de toda la vida. Pero como no sabía estar sin nada en la cabeza empezó a gastar esas modernas que llevaban publicidad, que lo mismo servían para anunciar un tractor que unos piensos. La que tiene ahora al uso está tan descolorida que no se sabe ni el color original ni lo que anunciaba. A él le sirve y es más que suficiente.
Tiene las manos llenas de callos, arrugadas, nudosas pero todavía firmes y fuertes. Mantiene su costumbre de escupírselas antes de agarrar cualquier herramienta. Hacha, azadón, pico o pala. Todas ellas las maneja con maestría. Una vez escupida la mano se las frota y agarra como cuando era joven lo que se tercie. Da gusto verle coger el azadón y con apenas unos golpes, casi sin levantar la herramienta del suelo, conseguir su propósito. Claro que si le vieseis cuando coge el hacha os quedaríais admirados de la maestría con la que consigue hacer los trozos de leña del tamaño que desea, con apenas dos golpes.
Cuando sale al campo, conoce el nombre de todas las plantas y para qué utilizarlas. De los tiempos del jornal escaso le viene la necesidad de completar su economía con lo que la naturaleza posee. Además de cebar su marrano y criar conejos y gallinas, aprendió de sus mayores a buscar níscalos, conoce los mejores corros, sabe de los mejores manantiales para proveerse de berros y canónigos. En primavera recorre los prados en busca de cardillos, y las alamedas con fresnos para coger gallardas y gallardines. En el otoño, las setas de chopo y las de tronco azul y las de cardo son su objetivo. Aún recuerda con cariño los ratos impagables cogiendo cangrejos y barbos en el Adaja y las noches alumbrando lagunas para coger ranas; ya no es lo mismo.
Se crió en un ambiente de trabajo y esfuerzo. El ocio no fue conocido por él hasta fechas recientes. Toda su vida fue trabajar mucho y gastar lo imprescindible. Trabajar y ahorrar. Su casa es todo su patrimonio, como pasó con todos los de su época y circunstancias. Llegar a la jubilación dueño de su casa y sin deber nada a nadie era, por así decirlo, la meta de todos ellos. ¡Qué tiempos!.
Cuando salen de paseo su mujer y él observa a los niños en la calle. Recuerdos de sus juegos. Bailar el peón, jugar al tango, a la rana y ya de más mayor a la calva. Tiene a veces la sensación de que el tiempo apenas ha pasado. En muchas de las calles espera ver aparecer en cualquier momento a alguno de los chicos de entonces. Sucios y mal vestidos, calzados con albarcas pero listos como el hambre. Capaces de cazar pájaros, perseguir perros huesudos o ayudar a algún señorito por una propina. Salían corriendo a besar la mano del señor cura aunque estuvieran entretenidos en cualquiera de las ocurrencias que el diablo les proponía a cada instante. Quizás sea por eso que de Fe anda justo. Siempre dice a sus sobrinos que cree en lo que cree pero que no se fíen de los curas, que son hombres al fin y al cabo.
Trabajó en alguna de las fábricas que entonces había. Harina, resina, legumbre, piñones, pasta, madera o abonos. De todo ello había entonces en el pueblo. Los jornales justos o escasos según para quién. De ello la búsqueda de un complemento. Leña para calentarse y frutos para comer o vender. Animales cazados o pescados eran complemento de la dieta o de la cartera Ya pasaron los años en los que arrendaba un pedazo de tierra para sembrar su huerto. Nunca le alcanzó para comprar o tal vez no quiso.
Si os fijáis le podréis ver entre nosotros. Van quedando pocos pero todavía tienen mucho que decirnos. Que las prisas y el ruido no os priven de conocer a un hombre de los de antaño.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

POEMAS DE AMOR...Y DE MUERTE.


POEMAS DE AMOR...

Rima XXI

—¿Qué es poesía? —dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul—;
¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!

Rima XXIII

Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!

Gustavo Adolfo Bécquer

…Y DE MUERTE.

Rima LXI

Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?

Cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
¿quién vendar a llorar?

¿Quién en fin al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?


Gustavo Adolfo Bécquer

lunes, 15 de noviembre de 2010

ASÍ LO RECUERDO YO


Aunque no llegábamos al centenar y la mañana estaba lluviosa, nos dimos cita en la laguna de El Oso. Empezó la mañana con lluvia persistente y viento de levante, pero cuando llegábamos por Villanueva de Gómez, el sol rompió por el horizonte, la masa de nubes que le ocultaba, ofreciéndonos un amanecer espectacular. Como todos dirá probablemente alguien que ve amanecer cada día, pero a nosotros nos impactó, quizás por la infrecuencia lo que presenciamos ese espectáculo diario.
Como la lluvia no cesaba, un hermoso arco iris se mostraba en el plano contrario, como oponiéndose al momento de la salida del sol. A oriente el sol, a poniente el arco iris, bello completo y misterioso, ¿qué habrá allá donde nace este arco?, ¿y donde acaba?
Aparcamos nuestros vehículos, fuimos en pocos para no desplazar tantos automóviles y así evitar más emisiones de CO2. Nos aprovisionamos de todo lo necesario al tiempo que intercambiábamos saludos. Tuvimos ocasión de saludar al naturalista inglés que en esta lluviosa y fresca mañana nos acompañaba. Mister Chisp habla bastante bien el español y nos pudimos entender sin dificultad.
Comenzamos a caminar hacia el observatorio, ya antes de llegar a nuestro destino habíamos avistado un bando de grullas que sobrevolaba a nuestra diestra con rumbo desconocido. Sin poder remediarlo recordé la leyenda de la fundación de Roma, Ciudad Eterna, no por ser la única y sí por ser la que más veces he escuchado. La observación de las aves por el hombre viene de lejos. Conforme nos acercábamos, los ánades azulones y el ánsar común sobrevolaban nuestra marcha y aterrizaban como hidroaviones en la laguna. Mister Chisp me señaló una primera charca que se encuentra antes de la laguna. Me contó que era fruto de la actividad humana y también manifestó su desacuerdo con esta desacertada intervención. Me indicó también la plantación de una especie vegetal junto al camino, nada propia de estos parajes, totalmente ajena a ellos. Como quiera que al tiempo de dar el nombre de la planta emitiera un gruñido de desaprobación, me quedé sin saber el nombre. Apenas le conocía hacía unos minutos, era un reputado naturalista y yo soy tímido por naturaleza. Así que, me quedé sin saber el nombre de la planta en cuestión. Lo que sé sin duda alguna es que no le gustó la elección a mister Chisp.
Ya dentro del observatorio, comenzamos a ver con detenimiento las diferentes especies que ocupaban la laguna en ese momento. Realizaban sus habituales tareas diarias: comer, asearse, ejercitarse, reponer fuerzas para continuar vieja, etc. Luisjo nos señalaba los gansos que pastaban en un barbecho cercano, una grulla solitaria, tal vez enferma, permanecía en la laguna, ajena a todos cuantos a su alrededor se movían. Apareció un Milano Real planeando en busca de carroña, al momento un Aguilucho Lagunero y entre la nutrida colonia de ánades azulones, los machos con su colorido plumaje y las hembras con su mimético plumaje parduzco, un pato cuchara. Hasta nosotros llegaba con nitidez el ruido que emitían todos ellos. Bandadas de gorriones molinero y comunes revoloteaban incansables en su piar. De un barbecho a otro, o paraban en las junqueras o se llegaban a un sembrado. Las avefrías también andaban por allí.
Salimos del observatorio por indicaciones de Luisjo en busca de las grullas. Durante nuestra marcha nos señalaba las especies nuevas que podíamos observar. Tres o cuatro liebres iniciaron su elegante y potente carrera al sentir nuestra presencia, temerosas de nuestros actos y desconocedoras de la veda de caza existente en ese término municipal, al menos de momento. No parece que las liebres tengan mucha relación con la Administración, lo que inevitablemente me llevó a pensar que eso es más cosa de las tortugas.
Allí estaban. Un enorme bando de varios cientos de grullas pastaban en los sembrados que había cerca de los pinares. Siquiera la actividad de un labrador, que a pesar de ser domingo realizaba sus obligatorias tareas con su tractor, perturbaba a las grullas. Luisjo señaló inmediatamente el lugar hacia el que debíamos dirigir nuestras miradas. El color amarillo de la pala del tractor y un solitario grupo de chopos resultaron las mejores referencias. Mister Chisp me confesó en voz baja su duda. Como buen protestante que es, se cuestiona todo en la vida y procura encontrar respuesta a sus dudas. Me preguntó si no sería por trabajar en domingo la razón por la que las plegarias del labrador español, católico, apostólico y hasta no hace mucho romano, no fueran atendidas. No pude responderle, además de mi timidez debo añadir una gran ignorancia en asuntos de Fe. I d’ont know, acerté a contestar.
Como había dejado de llover desde que salimos del observatorio, durante un buen rato estuvimos observándolas. Cuando intentamos acercarnos un poco más levantaron el vuelo y nos ofrecieron un magnífico espectáculo. Comparable al amanecer y al arco iris observados a primera hora de la mañana. Cientos de grullas pasaban a nuestro alrededor, con su majestuoso y elegante vuelo. Explicaciones sobre su lugar de procedencia, sus estrategias de vuelo, sus costumbres migratorias y muchas otras particularidades sobre esta especie, acompañaron el almuerzo. Bocata de chorizo o galletas integrales, cada uno según su estado; mister Chisp un sándwich como buen inglés que es, por supuesto.
De regreso al estacionamiento pudimos observar varias especies más, como un bando de calandrias con su hermoso canto, varios Milanos Reales más, un Aguilucho Lagunero, un Cernícalo Vulgar y una solitaria Garza Real. Multitud de avefrías y las grullas volando incansables, tal vez preparándose para su inminente marcha hacia Extremadura. Durante nuestro regreso pudimos ver a ocho avutardas que sobrevolaron uno de los pinares y desaparecieron.
Al final de la jornada, mister Chisp y yo tomamos un café en Arévalo y mantuvimos una rica conversación. Comienzo de una interesante relación y primer paso para aprender a vencer mi timidez. Al menos así es lo que yo recuerdo de ayer.

martes, 2 de noviembre de 2010

¡QUÉ LÁSTIMA!

¡QUÉ LÁSTIMA!
¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!

domingo, 31 de octubre de 2010

Sandokan


En la noche del 20 de diciembre de 1849 un violentísimo huracán azotaba a Mompracem, isla salvaje de siniestra fama, guarida de temibles piratas situada en el mar de la Malasia, a pocos centenares de kilómetros de las costas occidentales de Borneo.

Empujadas por un viento irresistible, corrían por el cielo negras masas de nubes que de cuando en cuando dejaban caer furiosos aguaceros, y el bramido de las olas se confundía con el ensordecedor ruido de los truenos.

Ni en las cabañas alineadas al fondo de la bahía, ni en las fortificaciones que la defendían, ni en los barcos anclados al otro lado de la escollera, ni en los bosques se distinguía luz alguna. Sólo en la cima de una roca elevadísima, cortada a pique sobre el mar, brillaban dos ventanas intensamente iluminadas.

¿Quién, a pesar de la tempestad, velaba en la isla de los sanguinarios piratas?
...más en:

http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/OtrosAutoresdelaLiteraturaUniversal/Salgari/Sandokan/index.asphttp://

jueves, 28 de octubre de 2010

La canción del pirata


Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
José de Espronceda

http://www.josedeespronceda.es/index.php?option=com_content&task=view&id=11&Itemid=15

martes, 26 de octubre de 2010

DE LEÓN FELIPE A JULIO ESCOBAR



Escribía León Felipe:
...La Historia y la Poesía las hace el Viento... Y las antologías también, claro está.
El hombre trabaja, inventa, lucha, canta... Pero el Viento es el que organiza y selecciona las hazañas, los milagros, las canciones.
Contra el Viento no puede nada la voluntad del hombre... Yo, cuando el Viento ha huido a su caverna, me tumbo a dormir. Me despierto cuando Él me lo manda. Luego con lo que escribo hace Él un revoltijo de cartas de las que no se salvarán seguramente mañana ni el As ni la Reina.




El viento es un exigente cosechero:
el que elige el trigo, la uva y el verso...
el buen vino
y el poema eterno...
el que sella el buen pan...

Y al fin de cuentas, mi último antólogo fidedigno será Él: el viento.
El Viento es quien se lleva a la aventura el discurso y la canción...¡El Viento!
Antólogos, historiadores, arqueólogos, coleccionistas... ¡el que decide es el Viento!
Pero a veces a mí me quedan en la memoria, en mi mala memoria, sin saber por qué, poemas o versos desglosados de un poema largo y antiguo, versos míos rebeldes que se me agarran al ojal de la solapa como una consigna o se me clavan en la cinta del sombrero como una escarapela, para desafiar al Viento. Versos como éstos, por ejemplo:

Y es inútil que compongáis el viejo clavecín,
que volváis a castrar a los acólitos
y que digáis en los concilios:
cebaremos tiplones para suplir a los poetas...
porque lo que se ha roto... “es la canción”
¿oísteis?
Lo que se ha roto... “es la canción”.

De aquí he sacado el título que lleva esta Antología. Pero no me hago ilusiones de que puedan salvarse ni estos versos siquiera.
Me entrego humildemente al Viento.
Y ahora que no hay nadie aquí en mi casa ni en el campo, y comienza a soplar el vendaval, abro la ventana otra vez y tiro al voleo, casi sin orden ni concierto, mi viejo discurso y ... mi rota canción.

Y Julio Escobar escribió su novela: “ El viento no envejece”.

... "Si de lo político se trataba la mayoría de los vecinos no comulgaban concretamente en ningún credo. La política era una profesión como otra cualquiera, y para eso estaban los diputados, el alcalde y los caciques. Al llegar las elecciones, votaban, y en paz, jugando en estos casos más las personas que las ideas. A unos y a otros aplicaban idéntico dicho: "Al fin y al cabo son los mismos perros con distintos collares". No obstante, existía un grupito de republicanos idealistas que no llegaban a la media docena, algunos obreros comenzaban a ventear el socialismo, y de un zapatero remendón, "Bocanegra", que apenas usaba el tirapié y la lezna y, sin embargo, se daba la gran vida, decía la gente que era anarquista y masón." ……..

lunes, 25 de octubre de 2010

jueves, 21 de octubre de 2010

La Vida es sueño

Porque leer a los clásicos es todo un placer, hemos de volver a ellos a sus obras más a menudo, si fuera posible cada día. Sirva este ejemplo:
SEGISMUNDO
Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición 1165
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña 1170
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando; 1175
y este aplauso que recibe

-157-
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!);
¡que hay quien intente reinar, 1180
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece 1185
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión, 1190
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado 1195
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño; 1200
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Pedro Calderón de la Barca

jueves, 14 de octubre de 2010

A MODO DE RESPUESTA

¡Cuánta felicidad he sentido al recibir tu carta! Es mucho lo que nos importas a mucha gente, aunque a veces se te olvide. Tus sentimientos, en ella reflejados, me han producido desasosiego. Inmediatamente he pensado que debía hacer algo al respecto. No pretendo darte consejos, no los necesitas, pero sí he creído conveniente compartir contigo mis experiencias. Te recuerdo que ser mayor que tú me proporciona una cierta ventaja en algunos aspectos de la vida, tampoco creas que en tantos.
Escribir como bien sabes no resulta fácil. Nadie dijo que lo fuera y si esto has oído en alguna ocasión, siento decirte que te han engañado. Pero lo que debo compartir contigo es alguna de las cosas que puedes hacer cuando necesites escribir y enfrentado a una hoja en blanco, nada puedas llevar a ella. Cuando las palabras no salgan de tu pluma, bolígrafo o lapicero, juega con ellas. Lee cualquiera de los libros buenos que tienes a mano o coge en tus manos un diccionario y abre al azar. Encontrarás allí las mejores herramientas para escribir. Manosea las palabras, sumérgete en su significado, juega con sus familias, sorpréndete sí, sin rubor, de lo que vas descubriendo. No creas que por conocer muchas las conoces todas, nadie conoce todas las palabras.
Cuando cojas ese libro, cualquiera de los buenos, verás en él la obra de una persona como tú o como yo, que ha sabido reflejar allí sus sentimientos, sus ideas, sus anhelos. Que esto no te abrume, al contrario, la mejor obra está por escribir, por pintar, por componer; sin menospreciar lo que existe, ni sobrevalorando todo lo que se hace, sí estoy convencido que está por hacer la obra maestra en cualquiera de las artes.
Tus preocupaciones son las mías o al menos lo han sido muchas de ellas en el pasado. Sí en el pasado. Pues has de saber que las mil cosas que te dan vueltas en tu cabeza, antes lo han hecho en la cabeza de otros muchos y aún más, siguen dando vueltas en la cabezas de millones de personas. No eres el primero que sufre, no eres el único, ni lamentablemente serás el último. Este sentimiento o como mejor prefieras llamarlo, está en la realidad de muchas personas. Pero hoy, sorpréndete, sigo teniendo otros miedos, preocupaciones, dolores del alma, que nunca antes tuve y que tú aún no has conocido, pero que probablemente conocerás en el futuro.
Lo que debes intentar es buscar. Sé que me dices que no encuentras las respuestas, no importa, sigue buscando. No te sientes feliz y parece ser que a tu alrededor todo es felicidad, que todos los que te rodean son felices eternamente. Creo amigo que no has mirado bien. La felicidad la entiendo como un estado y como tal, viene y va con los vaivenes que la vida tiene. Ahí radica su valor. Aprecia los momentos, etéreos dijo alguien, en los que la felicidad nos acompaña y sufre con entereza los golpes de dolor infinito que la vida te reserve. Pero lucha, no te rindas, que nada te aparte de tu rumbo. Porque has de saber que tienes un objetivo en esta vida, aunque no seas todavía consciente de él, encontrar tu sitio.
Te quejas de no encontrar tu sitio en esta sociedad y coincido contigo. No has encontrado tu sitio todavía, yo tampoco, sigo buscando. Por eso hemos coincidido en nuestro camino, porque como otros muchos estamos buscando mejor acomodo. No nos queremos conformar con ser parte de una masa informe y moldeable por algunos y por las circunstancias. Buscamos nuestro espacio, en el que compartir sentimientos, ideas, amores, sueños, y tantas cosas que llevas en tu interior y tantas cosas que incorporas a diario a tus alforjas.
Si a pesar de mis palabras, las lágrimas brotan en tus ojos, llora, llora sin recato, no detengas tu llanto. Pero moja tu pluma en ellas, en esas lágrimas que tanto sufrimiento te causan, y con esa tinta escribe las palabras que nazcan de lo más hondo. No vale decir que la vida es una mierda, creo conocerte y tienes más recursos para expresar lo que sientes, por lo tanto, ¡hazlo! No descanses en tu camino, cuando tu ánimo decaiga escríbeme o habla conmigo o con cualquier otro de los muchos que te rodean y te estiman y valoran. Nadie me es indiferente, ningún ser humano me resulta ajeno y menos tú.
Recuerda los versos de Miguel Hernández, cuánto dolor no sentiría que tuvo que escribir: “...y tanto dolor se agrupa en mi costado, que por dolerme, me duele hasta el aliento...”; repasa obra por obra, autor por autor, verás que en muchos de ellos se ve el dolor, pero también la alegría, la vida. Nada será fácil y menos sobreponerse a la adversidad, pero más difícil te resultará acordarte de los demás cuando la felicidad llene tu vida. Te dejo una canción, mejor te dejaré dos, una para que veas lo que duele conseguir cualquier cosa, hasta la más insignificante, la otra para que veas lo mucho que queda por hacer. Empieza hoy mismo no hay tiempo que perder. Te llevo en mí, te siento en mí.

http://www.goear.com/listen/9e9e231/-para-la-libertad.mp3-joan-manuel-serrat

http://www.goear.com/search.php?q=Hoy+Puede+Ser+Un+Gran+D%C3%ADa+-+joan+manuel+serrat

lunes, 30 de agosto de 2010

LA BOINA


Nunca entraban en los sitios sin descubrir su cabeza. ¿Da usted su permiso?, preguntaban al tiempo que su mano recogía la boina de su cabeza, dejando a la vista un pedazo de frente blanco como nácar entorno al pelo, presentando un fuerte contraste con el cetrino color de su cara y sus manos.
Con el tiempo se volvían pardas y los brillos iban apareciendo en las partes que sufrían más uso. Se iban adaptando a la cabeza de su dueño de tal manera, que en poco tiempo parecían moldes de su cabeza.
Lustrosas y rígidas con el paso de los días, preservaban lo mismo del calor que del frío o el agua. Podíamos ver grandes grupos de hombres, en los mercados por ejemplo, y si nos fijábamos detenidamente no seríamos capaces de encontrar dos boinas iguales. Todas eran diferentes, cada una según la cabeza que cubrían. Cada cabeza diferente a las otras, como las personas que las soportaban.
Pieza singular. Cuando la compraban nueva tardaban un tiempo hasta que la hacían “a su mano” decían, no sé muy bien por qué, pues de lo que se trataba era de hacerlas a su cabeza. Nada voy a decir del olor que tenían tan personal.
Durante años cubrieron las cabezas de casi todos los hombres. Tenían la de diario y la de los domingos. La de diario era sustituida por la de los domingos; tan limpia, suave y negra. Parecía recién estrenada. Solamente fijarnos en sus cabezas, podríamos adivinar si se trataba de un día de fiesta o de labor.
Vi en una ocasión una fotografía en la que tres hombres ya maduros acompañaban a un joven; acababan de comprar una auténtica boina vasca al joven, adolescente todavía; era para él su primera boina. Le acompañaría durante muchos años. Ellos también aprovecharon para renovar su prenda de cabeza. Parecía un rito de iniciación a la edad adulta.
Cubrían al principio casi todas las cabezas. Con el paso de los años fueron cubriendo las de extracción social más humilde, siendo sustituidas en las cabezas de más clase por sombreros u otras prendas. Corriendo los años fueron quedando en las cabezas de los labriegos principalmente. Las otras cabezas humildes fueron también sustituyéndola por otras variantes: gorra visera, sombrero, etc.
La industrialización no pudo con ella en un principio. Recuerdo haber visto fotos de obreros con “mono” y boina; incluso los mineros con esta prenda cubrían su cabeza.
Fue el papanatismo el que acabó con la buena imagen de la boina. Quien la portaba era tenido por anticuado, una especie de hombre de Cromagnon, inculto y desfasado. Era sin embargo ensalzado el que cubría su cabeza con elegante sombrero. Hasta que dejaron de cubrirse las cabezas de los hombres en su mayoría. Cabezas despejadas eran tenidas por modernas y avanzadas. Quien cubría su cabeza con dicha prenda era tenido por paleto. Burros, boinas y abuelos han ido desapareciendo, debe ser que me estoy haciendo mayor.
Pero una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad. Las boinas cubrían en la mayor parte de las ocasiones cabezas repletas de sentido común. De ideas firmes aunque no muy numerosas. Algo anticuadas si se quiere, pero sumamente prácticas para facilitar la labor de vivir. Recuerdos, enseñanzas, historias, sueños y esperanzas. Todo eso y más llenaban las cabezas que las boinas cubrían.
Pero sobre todo servían para combatir con eficacia y acierto el implacable sol del verano. Efectivas igualmente con los rigurosos inviernos de antaño; el calor se escapa por la cabeza sobre todo; ellos la tapaban con una boina que retenía el calor en el cuerpo e impedía el paso del frío y del agua. “Tápate la cabeza y los pies y no notarás el frío”, decían.
Ahora los jóvenes portan gorras viseras a la usanza norteamericana. Habremos de esperar unas cuantas generaciones para que los jóvenes transgresores lleven sobre sus cabezas las boinas del pasado, las de sus tatarabuelos tal vez.
Ya casi no se ven. Han ido desapareciendo casi como lo han hecho quienes las portaban. Por eso, cuando veo alguna de vez en cuando, miro debajo y si veo la cara de un viejo, sonrío y me vienen a la cabeza los recuerdos de mi infancia. Cuando tu padre o tu abuelo, te levantaban en brazos y te sentaban en sus rodillas. Uno siendo niño, miraba con expectación y nerviosismo. En ese momento se descubrían su cabeza, quedando al descubierto su cabello y la aureola blanca y pura alrededor. Depositaban entonces su boina sobre tu cabeza de niño, como si estuvieran realizando la más solemne coronación. Y ahí era cuando el nerviosismo infantil era sustituido por la más grande de las alegrías. Te sentías, sentado en sus rodillas y cubierto por su boina, el rey del universo.

domingo, 8 de agosto de 2010

LA SULAMITA


Lo que resulta ahora es que, como nosotros dábamos tanta Historia Sagrada en la escuela, los que entonces éramos muchachos nos sabíamos muchos nombres e historias que ahora ni se les pasa por la imaginación. Y los días de escuela que más nos gustaban eran precisamente los miércoles, porque era el día que dábamos Historia Sagrada casi toda la mañana; y era lo más bonito, cuando la historia de Esaú y Jacob (1), por ejemplo: cuando Esaú llegó muerto de hambre a su casa, después de estar cazando todo el día, y vio a su hermano Jacob que se estaba comiendo en la cocina un plato de lentejas, y se lo cambió por la primogenitura, que era una cosa que había entonces, una ley que decía que todo pertenecía al hermano mayor. Y luego también, cuando Jacob se puso la piel de un cabrito sobre los hombros, y su padre, que estaba ciego, le confundió con Esaú que tenía mucho pelo en los brazos y en todo el cuerpo. Y lo mismo cuando Jacob iba a buscar novia para casarse y se encontró con su prima Raquel que estaba dando de beber a las ovejas, o cuando ya era viejo y lloraba cuando le trajeron una túnica de su hijo José y él creía que le habían devorado los leones. ¡Cuidado que era bonito! Y lo de la hija del Faraón que iba a bañarse al río y se encontró a Moisés (2) en una canasta de la ropa que le habían puesto pez (3) para que no entrase el agua. ¡Cuidado que era bonito!
Todas estas historias decía la historia Sagrada que venían en la Biblia, pero que ésta no se podía leer. ¿Y por qué no se iba a poder leer? “Pues, ¿sabéis por qué no se puede leer?”, dijo Ignacio. “Pues yo sí que lo sé: porque cuenta todo lo de los hombres y las mujeres, y yo lo he leído.” Y, entonces, nos contaba que un día el rey David se había asomado a la ventana y había visto a una mujer desnuda, bañándose en un huerto (4). Y que también se decía allí en la Biblia esto y lo otro de los pechos y los muslos de otra mujer: la Sulamita (5) se llamaba, dijo. “¡Hala!, decíamos nosotros, no puede ser.” Así que ya nos trajo un libro de la Biblia de su casa, que la tenían allí en el sobrado, en un baúl viejo, de un tío suyo cura, hermano de su abuelo, y él se la había encontrado rebuscando cosas; y, allí en el huerto o jardincillo de mi casa, la empezamos a leer muchos días debajo de la higuera. Y de vez en cuando, teníamos que decir: “¡Hala!”, pero que siguiera leyendo hasta que apareció lo de los pechos y los muslos de la Sulamita, aunque ninguno queríamos leerlo en voz alta y nos pasábamos el libro apuntando con el dedo los renglones: “¡Ahí, ahí!”. Y también decía allí que la Sulamita bajaba al huerto con su amado, y se escondían. “¡Hala!”.
Y dijo Ignacio:”Pues estas cosas son las que don Abdón lee en la iglesia, sólo que en latín” (6). “¡Hala!, decíamos nosotros. Eso sí que no puede ser. ¿Cómo va a leer eso?”. Porque era la palabra de Dios la Biblia, nos decía don Abdón en la catequesis. ¿Y entonces? No sabíamos lo que pensar, pero que, de todas maneras, nos teníamos que confesar por haber leído la Biblia, ¡qué remedio! Pero dijo Ignacio: “¿Y si os pregunta don Abdón en qué pensabais, cuando leíamos lo de los pechos y los muslos y el pelo negro?”. Porque era verdad que todos habíamos pensado en seguida, mientras leíamos todo eso, en la Merceditas precisamente, que se la notaban mucho los pechos y tenía un pelo muy negro, y era muy morena, y tendría bonitos muslos, ¿no? “Como columnas”, decía también Ignacio. “¡Hala!”, decíamos nosotros. Pero ¿cómo íbamos a decir esto? No sólo porque nos daba vergüenza, sino porque la comprometíamos a la Merceditas, y ella no sabía nada de nada, ni que pensábamos en ella, cuando leíamos lo de los muslos y los pechos, o que la llamábamos “La Sulamita”. Y así lo dejamos; aunque seguíamos leyendo y leyendo también otras cosas, y lo de Job (7), que estaba sentado en un muladar, y nos extrañaba, ¿no? Hasta que un día que estábamos en la catequesis y dábamos allí también Historia Sagrada, fue Ignacio y dijo, cuando le preguntaron, que Salomón era hijo de David, pero que había tenido antes un hermano mayor, que se murió de pequeño y había nacido antes de casarse sus padres (8). Y entonces don Abdón se paró un poco y le dijo: “¿Y cómo sabes tú eso?”. Y contestó Ignacio: “¡Anda!, pues porque sí, porque lo sé.” Pero al final nos estrecharon el cerco y tuvimos que contar que habíamos leído la Biblia. Y se armó una, y nos castigaron. Pero luego ya, la Merceditas se fue a aprender corte y confección a algún colegio o academia, y ya fuimos dejando de leer la Biblia. Aunque era bien bonita y estaba, además, bien encuadernada la Biblia del tío cura de Ignacio, hermano de su abuelo, que ponía al principio con letras rojas de imprenta: “Bernabé Fernández, Presbítero”; y cuando la tuvimos que entregar a don Abdón, como habíamos leído mucho lo de la Sulamita y los dedos se habían señalado, tuvimos que andar borrando bien las huellas con miga de pan, que es el borrador mejor. Y todavía se notaba un poco, cuando acabamos; pero, como la Biblia no se podía leer, ¿a ton de qué iba a andar don Abdón fijándose, no? Y la entregamos. Pero bien bonita que era.


José Jiménez Lozano
NOTAS:
(1) La Historia de Esaú y Jacob, los hijos gemelos de Isaac y Rebeca, se narra en el Génesis, 25,24-34.
(2) El encuentro de Jacob y Raquel aparece en el Génesis, 29, 1-11. El episodio en que Jacob recibe la túnica ensangrentada de José se encuentra en ese mismo libro bíblico, 37, 31-35. Del nacimiento y salvación de Moisés por la hija del Faraón habla el Éxodo, 2, 1-10.
(3) Sustancia negruzca y muy viscosa que se emplea como impermeabilizante.
(4) Se refiere a Betsabé.
(5) Nombre dado a la esposa del Cantar de los Cantares. La descripción de la Sulamita aparece en el Cantar, 7, 1-6.
(6) Hasta 1967-1968, tras el Concilio Vaticano II, las misas se decían en latín.
(7) La historia de Job y su paso de la prosperidad a la desgracia ocupa todo un libro de la Biblia, el titulado precisamente Job.
(8) El primer hijo que David tuvo con Betsabé, cuando aún vivía Urías, el marido de ésta, murió a los siete días de haber nacido. Se cuenta esta historia en el segundo libro de Samuel, 11 y 12.

miércoles, 4 de agosto de 2010

VENDEMOS ATARDECERES


Que los atardeceres de la Tierra de Arévalo son dignos de ser admirados es algo que casi nadie que los ha visto puede poner en duda. Llevo años contemplando el atardecer desde diferentes puntos de Arévalo y su comarca, y cada día me sorprende un matiz. Pese a ser el mismo espectáculo cada día no he visto dos exactamente iguales. Incluso al desplazarme a otros pueblos de este paisaje más próximo como pueden ser Aldeaseca, Sinlabajos, Langa o cualquier otro, contemplo unas imágenes únicas y espectaculares.
Inevitablemente tiendo a imaginar cómo verían esos mismos atardeceres las gentes de antaño. Tanto hace muchos siglos como hace muchas decenas de años los atardeceres y los paisajes serían los mismos. Pero tengo la sospecha que las gentes no los mirarían igual. Mirarían maravillados. Ignorantes del funcionamiento de los astros, cosa que hoy gracias a la sabiduría a algunos de los de nuestra especie, cualquiera de nosotros conoce. Asustados cuando viesen esos colores de fuego al ocultarse el sol en el horizonte. No es de extrañar que surgieran multitud de creencias y de interpretaciones mágicas o religiosas.
He visto otros atardeceres en otras partes del mundo y reconociendo la belleza de muchos de ellos, no igualan lo que siento al contemplar estos. También he observado que hace falta tener una cierta edad para reparar y admirar los atardeceres. Es un espectáculo que no levanta demasiadas simpatías entre los jóvenes, salvo cuando están enamorados. En ese caso se hacen acompañar del amado a la contemplación de la puesta de sol. Pero el amor les traiciona y el deseo de ver ponerse el sol en el horizonte pasa a un segundo plano cuando de hito en hito, en esas miradas enamoradas, sus pupilas quedan enganchadas, y no pueden apartar la mirada de uno de la del otro, pasando el ocaso a un muy segundo plano.
Hace falta una cierta madurez del ánimo para fijarse en una puesta de sol. Esa misma madurez te permite asistir al espectáculo con la compañía de un amigo, un grupo de desconocidos o de la persona amada. Un buen amigo dice que descubres que te has hecho mayor, cuando puedes asistir al ocaso abrazado a la persona amada y no necesitas mirarla a los ojos, sino que los ves en el sol que se oculta. Tengo que reconocer que es un romántico incurable, pero puede que lleve razón.
Este mismo amigo, quizás llevado por su romanticismo, sostiene que los negocios que prosperan son los que venden mentiras a muy buen precio. Por eso, cuando el otro día hablábamos de las necesidades comerciales de Arévalo y la comarca, le propuse un negocio que creo saldrá redondo. La venta de atardeceres. La materia prima, salvo que alguna administración avispada repare en ello, no nos costará nada. La calidad del género es indudable, podemos además darlo a probar las primeras veces totalmente gratis. Una vez que lo prueben los clientes no van a dudar de la calidad del producto en cuestión.
El local para vender los atardeceres de la Tierra de Arévalo más o menos está ya localizado, por supuesto está orientado a poniente, y el precio no me parece excesivo. Lo difícil será conseguir la financiación del banco para nuestro proyecto. Pero se nos ha ocurrido que podemos citar al director de la oficina bancaria una tarde de estas y llevarle con nosotros hasta un lugar cualquiera que asome sobre las cuestas del río Arevalillo. Habremos de hacerlo a última hora de la tarde, para que cuando le pidamos la cantidad que necesitamos, coincida en el tiempo con el ocaso del astro rey. Cuando reciba nuestra petición dineraria al tiempo que contempla la singular belleza del momento, será imposible que se niegue a conceder el préstamo. Si además es una tarde de tantas, con nubes jaspeadas en el firmamento, de esas que habréis visto, que producen esa infinidad de colores casi imposibles de reproducir humanamente; habremos de tener cuidado no siendo que se vaya a enamorar de alguno de nosotros, lo cual supondría un serio inconveniente.
Una vez puesto en marcha el negocio, las cortas distancias que nos separan de las principales ciudades de la región o incluso la capital del país, nos asegurarán la clientela en número suficiente. Los primeros clientes serán nuestros mejores embajadores. Impresionados por la belleza que contemplarán no podrán por menos que ensalzar ante sus amistades lo contemplado. Con una buena administración de los beneficios que obtengamos nos podemos garantizar una buena pensión para nuestra vejez. Consumiremos nuestros ahorros el día de mañana contemplando los atardeceres de la Tierra de Arévalo.

sábado, 31 de julio de 2010

LA MUJER DESNUDA


Un documento de aquel tiempo (1) dice que Bethsabé, que era una mujer muy hermosa, subía a bañarse a la terraza de su casa, porque allí, en la altura, estaba a cubierto de todas las miradas. pero los palacios de los príncipes siempre son más altos, y el rey David, asomado a una balconada, un día, vio desnuda a Bethsabé, y la deseó. Envió un mensajero a llamarla, y ella acudió ante él, ¿y cómo resistir a un tal hombre?
El marido de Bethsabé estaba en el ejército del rey, luchando contra los de Amón (2), y llegó allí a Jerushalaim, la capital del reino, en esos mismos días, después de que el rey y ella se habían acostado juntos, pero no fue a su casa, ni se encontró con su mujer. Luego ésta se percató de que estaba encinta, y se lo hizo saber al rey, que en seguida tomó una decisión. Dio instrucciones secretas para que, cuando el marido de Bethsabé volviese a la lucha, se le pusiese en el lugar de mayor peligro, de manera que los de Amón le matasen. Y eso fue lo que se hizo.
A Bethsabé y al rey, les nació así un niño que sería el más sabio de los hombres (3); y los escribas que hacen genealogías, de padres a hijos, de todas las generaciones, anotan también que Bethsabé era así mismo de las abuelas de Ie’shua, que nació en Beit-Lehém más tarde.

José Jiménez Lozano

Notas:
(1) Se refiere al segundo libro de Samuel (11, 2-27) donde se cuenta la historia de Betsabé, seducida por David y de cuya unión con el rey nació Salomón.
(2) Pueblo vecino oriental de Israel.
(3) Se trata de Salomón, el rey que mandó construir el primer templo de Jerusalén y que se hizo famoso por su sabiduría.

miércoles, 28 de julio de 2010

PLAZA DE SAN PEDRO


Ya solamente quedan dos de aquel grupo que ocupaba los asientos de la solana en invierno. Han desaparecido lentamente. Por eso cuando ahora les veo no puedo evitar sentir tristeza. A continuación, los recuerdos de los ratos compartidos ocupan poco a poco mi mente y la nostalgia lo llena todo.
Recuerdo el invierno, esos ratos en los que el sol asomaba entre las grises nubes e invitaba a sentarse al resguardo del frío viento castellano, en el lugar sabiamente elegido por la experiencia, ellos se sentaban sobre las piedras, “cantones” se llamaban; tiempo después pusieron el banco. Cuando era más joven comencé a compartir mi tiempo con ellos. Siempre seguiré el consejo que me dieron: “Cuando vayas a un pueblo desconocido, me decían, fíjate dónde se sientan los viejos, encontrarás resguardo en invierno y frescura en verano”. Yo amparado por el ímpetu de mi juventud les porfiaba la necesidad de hacer cambios para mejorar y avanzar, y ellos con condescendencia me solían responder, “claro majete pero en otros asuntos”.
Ellos se sentaban al sol como si representaran un ritual. Iban acercándose con lentitud, se sentaban cada uno en su sitio, como si hubiesen sido asignados con antelación. Invariablemente respetaban su sitio, llegaba a permanecer vacío el del ausente ese día. Ninguno ocupaba el lugar vacante. Los temas de conversación surgían conforme se incorporaban a la tertulia. El paso de algún viandante también provocaba un giro en la conversación. Resultaba curioso observar cómo el tema tratado durante la permanencia del vecino, giraba radicalmente en cuanto se ausentaba.
Discutían de todo con vehemencia. Desde el tema más trascendental al más insignificante era tratado de igual forma. Cuando las posturas estaban más o menos claras moría la conversación hasta surgir un nuevo asunto. Nunca observé aspereza en el trato entre ellos, si acaso alguno, por su carácter, se enfurruñaba era cuestión de minutos que se le pasase. Existían temas a los que, un día sí y otro también, les dedicaban sus buenos minutos de charla, no importaba que lo hubieran hablado mil veces, ni que supieran de sobra lo que opinaba cada uno, volvían a tratar de ello como si de la primera vez se tratase, con igual ímpetu y ardor.
Llegado un momento, nunca aprendí el mecanismo, se levantaban lentamente y comenzaba su breve paseo hasta la explanada del castillo. No decían nada entre ellos. Sólo una mirada servía para indicar que había llegado el momento. Cada vez lo iniciaba uno diferente, no había reglas. Supongo que el primero que se levantaba era el que sentía primero la necesidad de estirar las piernas y entonces los demás por respeto le secundaban.
Resultaba curioso contemplar al grupo. Sus costumbres no eran tan viejas como podría parecer, pues todos ellos no se incorporaron a esa tertulia hasta que no alcanzaban la edad del retiro laboral. Pero en sus comportamientos parecía que hacía siglos que representaban esa función.
La mayoría de ellos trabajaron en el campo, conocieron la emigración, algunos durante más tiempo que otros. Alemania, Francia, Holanda o Suiza fueron sus destinos. Varios no aguantaron más que unos años de temporeros. Sacar remolacha, vendimiar o la albañilería sus trabajos. Los menos quedaron allí afincados durante la mayor parte de su vida. Al regresar casi todo les resultaba extraño pero lo callaban.
Hoy, al volver la esquina, siento que voy a encontrarme con todo el grupo. Pero sólo veo a los dos últimos. Continúan su charla sobre todo cuanto se les ocurre. Cuando alguno de nosotros, el resto de los vecinos, pasamos por allí, la conversación toma un nuevo rumbo; y estoy convencido de ello, cuando nos ausentamos tornará repentinamente a tratar lo que a ellos dos les interese.
Es imposible evitar recordar anécdotas con ellos vividas o por ellos contadas. Con alguna que otra mentira o exageración como a veces confesaban, pero que las hacían resultar más amenas y divertidas. Ellos me contaron lo de coger los polluelos de los nidos que había en el torreón del castillo, cuando estaba abandonado y ellos eran apenas unos chiquillos. Durante unos segundos pensé que me tomaban el pelo, pero inmediatamente vi que era totalmente en serio. Eran los años de hambre y miseria. Cogían al más menudo de todos y en un cesto le hacían descender por la pared del torreón semiderruido. Lo conseguido era compartido por todos. Me impresionaba ver al anciano que delante de mí asentía y reconocía haber sido el que iba en el cesto cuando era niño. Intentaba imaginar la escena, pero veía sus cuerpos y caras de ahora, las que tenía delante de mí cuando me lo contaban. Resultaba gracioso en medio del drama que les tocó vivir. Hoy se reían del hambre que pasaron de niños. Como decían con cierta frecuencia, cuando tenían hambre no tenían qué comer y ahora que tienen para comer no tienen hambre o no pueden comerlo, les faltan dientes y ganas y les sobran males. Paradojas de la vida.
Son de los últimos representantes de un Arévalo que desaparece. Son los que crecieron con el hambre en algunos casos y con la escasez en todos. Dejan el legado del Arévalo que hicieron y conocieron, ni mejor ni peor del que nos ha tocado a nosotros, pero sin duda completamente diferente.

sábado, 24 de julio de 2010

El lema de Don Práxedes


Lo que se nos propone ahora es renegar de nuestra historia y su cultura de siglos, de todo aquello por lo que podíamos y amábamos sentirnos europeos, para complacer a los nuevos poderes imperiales; y lo que nos prescriben es realmente “una desbandada hacia la servidumbre”, como decía Tácito, en la que nuestros señores piensan, seguramente, que estarán aún mejor pagados que ahora.

Una Revolución Cultural como la de la China del señor Mao ha comenzado ya a hacer tablarrasa de toda la antigualla cristiana de pensamiento, o artística, literaria y religiosa. Y, más o menos, sabemos lo que se va a responder a las nuevas generaciones de europeos, por ejemplo ante una iglesita cisterciense o una vieja universidad destinadas a asuntos deportivos. Pero claro está que, dadas las leyes educativas de estos años, y la desaparición de las viejas generaciones, es más que probable que las nuevas no pregunten nada de nada, y, en cualquier caso, que los nuevos arquitectos adapten catedrales para restaurantes o salas de adoctrinamiento cívico, para confeccionar carteles o Bao Dai y saber vocear en las manifestaciones contra lo que se les indique.

También se modificará toda la historia del arte; por ejemplo, llamando, como ya hacen los modernos, Joven con alas de rodillas ante una joven con libro, a una Anunciación o Batalla contra la reacción a un San Miguel que lucha contra el dragón; y facilitando de este modo que el viejo arte universal se convierta en mera decoración de cafeterías o chalés. Aquéllos de entre los surrealistas que animaron a derribar y quemar el arte antiguo, llevándose de paso al personal por delante y, por descontado, si se trataba de una iglesia, quizás no estuvieran todavía conformes, pero tampoco les disgustaría seguramente esta solución de ahora mismo, que puede resumirse en la sustitución de lo que llaman la obscenidad del arte antiguo por enigmáticos constructos, abstractos o del realismo urinario y fregadero, políticamente correctos, y sostenidos por la autoridad de los grandes consensos que son ahora la fuente de la moral y del arte.

Por mi parte, indiferente a las proclamas y declaraciones de principios, no tendría ningún interés especial en fórmulas lapidarias y altisonantes, para los proyectos y programas del futuro de los que hablan los políticos, porque ya sabemos que, como las de la libertad, la fraternidad y la igualdad no van mucho más allá del café, puro y copa, según decía don Miguel de Unamuno, muerto ahora hace 74 años. Así que me encantaría que se hiciese lema español y europeo aquello que don Práxedes Mateo Sagasta decía humildemente de sus gobiernos en el momento de hacer los presupuestos: “Ya que gobernamos mal, gobernemos barato”. Siendo una fórmula tan racional y convincente, no me explico cómo no se aplica en Europa.

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, PREMIO CERVANTES

DIARIO DE ÁVILA, 17 DE ENERO DE 2010