sábado, 25 de diciembre de 2010

LOS POBRES DE PEDIR

Muchas veces cuando ya habíamos jugado a todo, jugábamos al final a los pobres que era lo más difícil, porque a lo mejor nos entraba de repente la compasión.
Nos poníamos unas ropas viejas y cogíamos un saco para echárnosle a los hombros y salíamos a pedir. Hacíamos como que llegábamos a la puerta de una casa, y decíamos:
–¡Una limosna por amor de Dios!
Y entonces a veces nos decían:
–¡Dios le ampare, hermano! –y no nos daban nada.
Pero en otras casas nos daban un botón o unas recortaduras de patatas, o unas ortigas, que eran como si fueran berzas, y las mondajas como si fueran recortaduras de tocino. Y entonces decíamos:
–Dios se lo pague.
Y, cuando ya teníamos unos cuantos botones y muchas ortigas o mondas de patatas, íbamos a la posada y preguntábamos si podíamos acostarnos allí. Y decía la posadera:
–Vale dos duros.
Y la dábamos dos botones. Y luego preguntábamos:
–¿Y podría usted guisarnos estas viandas que traemos?
Pero la posadera decía:
–Ésas son porquerías para los cerdos.
Y nos las cogía y las tiraba. Así que entonces sacábamos otro botón para pagar la cena, y la posadera nos ponía un plato en una mesa y comíamos al pozo. Y ella decía:
–Antes de comer, se reza.
–Sí, señora –decíamos nosotros.
Y nos poníamos a rezar. Pero cuando ya estábamos rezando, se presentaban los guardias y decían:
–Quedan ustedes detenidos.
–¿Qué hemos hecho? –decía unos de nosotros.
Y respondía un guardia:
–Porque son ustedes pobres, y resultan peligrosos.
Entonces intentábamos escaparnos, pero decía la posadera:
–Eso no vale. Os tenéis que dejar llevar a la cárcel como los pobres de verdad, que es como es el juego.
De manera que los guardias sacaban del bolsillo una cuerda y nos ataban las manos, y así nos llevaban a interrogarnos que es lo más bonito porque contábamos la vida de pobre que teníamos y el hambre que pasábamos, y de dónde éramos, y el frío de los inviernos sin un techo donde guarecernos y sin tener a nadie en este mundo que nos amparase. Pero a veces, ya digo, nos entraba a lo mejor entonces, la compasión, y los mismos guardias decían:
–¡Bueno, bueno! ¡Que no se vuelva a repetir, y a ver si dejan ustedes de ser pobres!
Y nosotros contestábamos:
–¡Sí, señor!¡A ver!

José Jiménez Lozano

miércoles, 22 de diciembre de 2010

AHORA QUE ESTÁ A PUNTO DE ACABAR EL AÑO SANTO JACOBEO...




¡BUEN CAMINO!


¿Buscaba a Dios? Puede ser que fuera la razón de iniciar mi camino. Después de tantos viajes por todas las partes del mundo, tantos sitios conocidos, placeres disfrutados y tanta gente con la que he tenido ocasión de hablar y convivir, sentía dentro de mí algo parecido a un vacío. Una especie de hueco en la boca del estómago. Nada parecía llenar ese hueco. Vi esa especie de guía y me dije, ¿por qué no?; y aquí estoy. Llevo ya más de doce días desde que salí de casa. No parece que el hueco desaparezca, a lo mejor es pronto; pero de lo que estoy seguro es que no necesito tantas cosas para vivir. Aquí con poco es suficiente. Te fijas en la gente y ves a muchos que llevan menos que uno mismo, y a pesar de ello te ofrecen lo que tienen por si necesitas algo. Resulta curioso. En mi vida normal durarían un suspiro. Espero que el tiempo no empeore, porque no estoy acostumbrado ya a las inclemencias del tiempo, ...
...Yo no hago el Camino, vivo en el Camino. Cuando llego al final regreso al principio. Te parecerá una locura pero es una forma de vivir como otra cualquiera. Ves gente de toda condición, de cualquier parte del mundo. Te hablan en lenguas raras, ya voy conociendo algunas no te creas, francés, inglés, alemán, holandés y alguna otra por ahí. El trato con las personas me gusta. Para vivir hago trabajos en los sitios donde llego. Unas veces de camarero, otras ayudo en el campo o con el ganado. Para comida y vestido no te falta. Aseo y dormir, en los albergues...
...Cuando salí de Alemania, dejé a la familia, los amigos y a mi novia. Dejé el trabajo y decidí comenzar a caminar. El destino lo tenía claro: Santiago de Compostela. Tal vez fue el sitio más lejano que primero se me vino a la mente. Tal vez mi necesidad de cambiar mi vida se viese inspirada por algo sobrenatural. Como por ejemplo el milagro de que entiendas lo que te digo. Yo, que solamente hablo alemán, estoy consiguiendo que me entiendas hablando en español, será obra del Espíritu Santo tal vez...
...No recuerdo siquiera cuándo empecé a hacer el Camino. Ya llevo una docena de veces. He recorrido casi todas las rutas viejas. El Camino Francés va por la tercera vez que le he recorrido completo. Los mejores albergues están en la Rioja. Lo sé todo del Camino. Pregunta lo que quieras. Cuando llego a Santiago, siento pena porque ha terminado el viaje. Regreso a mi casa y comienzo a planificar el siguiente...
...La lluvia lleva sin dejar de caer más de una semana. Desde que entramos en la provincia de Burgos no ha parado de llover. Por la cabeza vagan un asunto tras otro, sin fijarse ninguna idea en concreto. Amigos, amor, familia, trabajo, futuro, pasado, presente, bien, mal, y todo cuanto podáis pensar o soñar; el agua no deja de caer. Todavía me pregunto qué hago yo aquí, calándome hasta los huesos. Tiritando y con frío. Pero no puedo evitar seguir caminando. Cuando a la noche llegue al albergue, cuando esté seco y caliente, empezaré a programar el día siguiente. Visitaré la iglesia de Santiago en Villadangos que dicen que es muy interesante. Y mañana seguiré caminando no sabiendo muy bien la razón pero compelido a hacerlo, a pesar de la lluvia, del dolor de mis pies ya cansados...
...Yo no voy a Santiago, voy hasta Finisterre. El Camino es un invento de la iglesia. Lo que existen son las fuerzas telúricas. Yo recorro las partes de la Tierra donde estas fuerzas se encuentran presentes. Lo de la religión no es cierto, aprovecharon una ruta que existía y se inventaron lo del apóstol. Sólo la fuerza de la naturaleza es la que verdaderamente existe...
...¿Me buscaba a mí mismo? Las preguntas se agolpaban en mi cabeza. Intentaba caminar solo siempre que podía. Me limitaba a sonreír únicamente a los que me dirigían la palabra. Casi que evitaba el contacto humano. Necesitaba estar solo. Rodeado del “silencio de las palabras”, tan solo los ruidos naturales. Encontrar un sentido a mi vida. Orientar mi existencia a partir de mi propia persona...
...¿Quién me mandaría a mí elegir a la morena? La rubia hubiese sido mejor elección, pero este cuerpo bien vale un sacrificio. Había escuchado lo de: ”... que en el pecado va la penitencia.” Pero no sabía yo esto de pasar la penitencia antes de hacer el pecado. ¡Qué cuerpo! Esos ojos verdes sobre la cara tan pálida, y el pelo largo y negro. Seguro que merece la pena cuando terminemos el Camino, porque hasta ahora, cuatro piquitos y un par de castos abrazos. Pero cuando estemos de vuelta lo pasaré bien...
...Cuando todo en la vida te marcha bien es el momento de dar gracias a Dios, al menos eso pienso. Por agradecer que todo está a mi gusto, decidí hacer como penitencia el Camino hasta Santiago de Compostela. Era la mejor forma de agradecer al Creador los dones con los que colmaba mi vida. Atrás había quedado la enfermedad tan grave de mi mujer. Mis hijos habían podido rehacer sus vidas, al menos de una manera más normal, sin tanto sobresalto. Había recuperado un trabajo, que tanto necesitaba. No había duda, era el momento de agradecer lo recibido...
...No porque veas a una vieja inglesa, vayas a pensar que soy una protestante. Allí también hay católicos. Tenía ganas de hacer el Camino desde mi juventud, pero por unas razones o por otras, nunca pude hacerlo. Ahora ya con mis sesenta y algún años, ha llegado el momento. Lo peor que llevo es lo de la comida. Necesito poco, pero hecho de menos un buen sándwich y un té. La ventaja es que cuando nosotros paramos a comer, la mayoría está haciendo otras cosas. Resulta curioso observar el comportamiento de todos los peregrinos. ¡Tantos millones de personas han realizado el Camino durante tantos siglos! Distinguir a los españoles resulta fácil, antes de que hablen, sólo por el ruido que hacen...
...Andar y observar. Plantas, paisaje, cielo y nubes. Todo parece a la vez nuevo y sin embargo conocido; diferente y a la vez familiar. Pájaros, el ruido del agua, mi jadeo al caminar, mis propios latidos, todo me resultaba más intenso. Colores, sonidos y olores. Miraba el cielo azul, pues el tiempo seco y despejado me acompañó durante todo el recorrido. Los cantos de las aves, completaban el murmullo del agua en los regatos que junto al sendero discurrían, como guiando al peregrino. Y envolviéndolo todo la luz y la paz. Se podía sentir al caminar...
¿Por qué has hecho el Camino?, me preguntó mi amigo al regresar. No supe qué responder. Espero que lo anterior pueda servir en parte de respuesta. En cuanto a mi porqué todavía lo estoy buscando, ¡buen Camino!.

Fabio López

martes, 21 de diciembre de 2010

Una visita a la Lugareja



Pasada la hora marcada para la cita, apenas unos cinco minutos, comencé a subir por la ladera del alto donde está la iglesia del antiguo arrabal de Gómez y Román. No quería subir por el camino, como tantas veces lo había hecho cuando la romería en el mes de junio celebraba su popular reunión. Esta vez era diferente. La joya del mudéjar me esperaba en lo alto, igual desde hace siglos, dominando desde su torre toda la llanura que la rodea.
Los vehículos estacionados en la parte del arroyo, junto a la carretera, denotaban que algo novedoso estaba sucediendo allí. Cuando coroné la cuesta, después de andar entre pimpollos, pisando el suelo blando y arenoso con su fina capa de mullida hierba y apenas unos pocos matojos, vi ante mí la iglesia de la Lugareja, mientras un nutrido grupo de personas que no llegaba al centenar, no dejaba de entrar y salir de ella. Declarada Monumento Nacional en 1931, es probablemente uno de los monumentos más fotografiados de la provincia de Ávila después de las murallas. Un litigio cuyos términos desconozco ha interrumpido mis visitas anuales a esta bella iglesia, pese a saber que puede visitarse todos los miércoles del año de 13,00 a 15,00 horas.
Al margen de nombramientos, litigios y otras circunstancias, está su figura, allá en lo alto dominando los alrededores. Visible desde casi todo Arévalo y la llanura. Su silueta se recorta con los atardeceres de fondo, quizá la imagen más conocida. Al amanecer y desde el camino del Torrejón su figura es resaltada por el primer sol que alumbra el día, menos vista esta imagen, tal vez, porque se ha de madrugar bastante para que ese momento nos coja bien situados para su contemplación.
Millones de veces fotografiada pero pese a ello, los presentes siguen buscando ese encuadre diferente a lo conocido, ese enfoque casi imposible, intentando fotografiar la campana; por dentro y por fuera, de un lado y de otro, sin dejar de disparar sus cámaras, con un entusiasmo de principiantes. Los comentarios se suceden entre nosotros, mientras circulan unas líneas escritas por el profesor José Luis Gutiérrez Robledo en el año 2008. Es este profesor un enamorado de esta iglesia, poco después me comentan que ha mandado un correo lamentando no poder asistir a la visita, él que se conoce el monumento de memoria, que puede describirla con los ojos cerrados, porque cuando hablas con él de la Lugareja notas que se la ha aprendido de corazón; que la ha aprehendido, que la ha hecho suya.
Yo, desconocedor de términos arquitectónicos o monumentales, siento los recuerdos mientras paseo por sus capillas, me acerco al retablo, contemplo su cúpula, paso la mano por sus ladrillos. Siento la gaitilla sonar, sorprendido me ilusiono pensando en que Mario ha sido capaz de prepararnos una musical sorpresa, pero me doy cuenta que no, que son los recuerdos. Los de una plazoleta llena de gente, la que está entre las casas junto a la iglesia del arrabal de Gómez y Román, gente que baila unas jotas, chiquillos que corren entre la multitud. Mesas repletas de tortillas de patata, el bar portátil del “Churrero”, las mujeres bailando juntas un pasodoble que suena entre jota y jota, sonido de petardos que ha vendido “la España”. Todos los años subíamos acompañando a la virgen. Servicio peculiar el que teníamos que realizar. Parte religioso parte social. Fue don José Tomé el que me hizo coger la costumbre de entrar en la iglesia y ver a la virgen cuando ya reposaba allí hasta el siguiente año. Recorrer el caserío, que yo he conocido prácticamente vacío, imaginando lo que aquello había sido hacía años, con sus gentes laboriosas, las faenas agrícolas y ganaderas incesantes. Encajando lo que personas mayores me habían contado sobre el Lugarejo, la siega y el ir a espigar, la caza, los enormes montones de grano en la era....
Ahora todo vacío y olvidado. Ya no subo cada mes de junio, pero quiero hacerlo con más frecuencia. El próximo miércoles que sea fiesta, si nada ha cambiado, tenemos que venir a verla de nuevo y traernos una tortilla y comer sobre la mullida hierba, a la sombra de los pimpollos, sobre la blanda colina de arena. Volver a contar sus arcos, admirar su torre, volver a calcular la altura de su cúpula y quedarnos con la boca abierta admirando su belleza, tal vez consigamos subir hasta la espadaña y poder ver todo Arévalo y la llanura y que puedan hacer muchas fotos nuevas, nunca vistas, de la Lugareja.

lunes, 20 de diciembre de 2010

A PESAR DEL TIEMPO TRANSCURRIDO....

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

Bertolt Brecht





"Cuando los nazis vinieron..."
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

Martin Niemoeller

viernes, 17 de diciembre de 2010

LA POBRE



LA POBRE.
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni madre.
Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni nadie.

Que no tengo ni abrigo
que llevarme a los hombros.
No tengo ni belleza
que llevarme a los hombres.

Soy tan pobre tan pobre,
que no tengo ni labios
que llevarme a la boca.

¿Tenéis una mirada de ternura?
¿Os sobra algo de vino en la copa?
¡Un poquito de pez,
que tengo hambre..!

Aunque sólo sea una mirada,
soy tan pobre, tan pobre,
que no tengo una sábana blanca...
pero si no la tengo no te vayas.

No tengo un hombro donde llorar a gusto.
No tengo un hombre donde zurcir palabras.

Unas manos, por caridad,
para las mías largas,
que tengo a mi corazón enfermo
y no tengo que darle una cucharada.


Gloria Fuertes

martes, 14 de diciembre de 2010

EL MUDEJARILLO

La casita que les habían dejado en Arévalo estaba cerca de los huertos de los arrabales, con norias y albercas; y era de las últimas casas por aquella parte del pueblo. Y allí también tenían el telarcillo, que estaba junto a la cocina, en el cuarto de adentro, que así era muy calentito y era lo que más le gustaba a la novia de Francisco, el hijo mayor de la señora Catalina, porque tan calentita que estaría ella allí, trabajando, cuando se casase; después de haber pasado tantos fríos, lavando en el río, que a veces tenían que romper las lavanderas el hielo y las manos se hinchaban y se ponían azules, de tanto tener que refregar con agua cruda la ropa de los señores y la propia.


JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO

HETERODOXOS Y OLVIDADOS




Un libro recomendado para estas fechas navideñas, con más tiempo libre para leer.


En la contraportada un adelanto de lo que nos espera en este magnífico libro de Adolfo Yáñez, prologado por Serafín de Tapia:
"...El avance social no se produce mecánicamente, por el mero paso del tiempo, sino que es preciso que gentes o grupos sociales concretos luchen por desmontar privilegios, desvelar falsedades, conseguir derechos básicos de las personas. En esa lucha secular la mayoría de los héroes oscuros -que estas páginas iluminan- tuvo que pagar un altísimo precio y, prácticamente ninguno, logró en vida sus objetivos.
A nosotros, sus descendientes, nos cabe la íntima satisfacción de comprobar los logros de aquella ingente tarea civilizadora."




SERAFÍN DE TAPIA SÁNCHEZ

lunes, 13 de diciembre de 2010

UN POEMA DE GIACOMO LEOPARDI



Los recuerdos Canto XXII

No pensé, bellas luces de la Osa,
aún volver, cual solía, a contemplaros
sobre el jardín paterno titilantes,
y a hablaros acodado en la ventana
de esta morada en que habité de niño,
y donde vi el final de mi alegría.
¡Cuántas quimeras, cuántas fantasías
creó antaño en mi mente vuestra vista
y los astros vecinos! Por entonces,
taciturno, sentado sobre el césped,
me pasaba gran parte de la noche
mirando el cielo, y escuchando el canto
de la rana remota en la campiña.
Y erraba la luciérnaga en los setos
y en el parterre, al viento susurrando
las sendas perfumadas, los cipreses,
en el bosque; y oía alternas voces
bajo el techo paterno, y el tranquilo
quehacer de los criados, ¡y qué sueños,
qué pensamientos me inspiró la vista
de aquel lejano mar, de los azules
montes que veo, y que cruzar un día
pensaba, arcanos mundos, dicha arcana
fingiendo a mi vivir! De mi destino
ignorante, y de todas cuantas veces
esta vida desnuda y dolorosa
trocado a gusto hubiera con la muerte.

No supo el corazón que condenado
sería a consumir el verde tiempo
en mi pueblo salvaje, entre una gente
zafia y vil, a la cual extraños nombres,
si no causa de risas y de mofa,
son doctrina y saber; que me odia y huye,
no por envidia, pues que no me tiene
por superior a ella, pero piensa
que así me considero, aunque por fuera
no doy a nadie nunca muestras de ello.
Aquí paso los años, solo, oculto,
sin vida y sin amor; y entre malévolos,
en huraño a la fuerza me convierto,
de piedad y virtudes me despojo,
y con desprecio a los humanos miro,
por la grey que me cerca; y mientras, vuela
el tiempo juvenil, aún más querido
que el laurel y la fama, que la pura
luz matinal, y el respirar: te pierdo
sin una dicha, inútilmente, en este
inhumano lugar, entre las cuitas,
¡oh, única flor en esta vida yerma!

Viene el viento trayendo el son de la hora
de la torre del pueblo. Sosegaba
este son, lo recuerdo, siendo niño,
mis noches, cuando en vela me tenían
mis asiduos terrores en lo oscuro,
y deseaba el alba. Aquí no hay nada
que vea o sienta, donde alguna imagen
no vuelva, o brote algún recuerdo dulce.
Dulce por sí; mas con dolor se infiltra
la idea del presente, un vano anhelo
del pasado, aunque triste, y el decirme:
"yo fui". La galería vuelta al último
rayo del día; los pintados muros,
los fingidos rebaños, y el naciente
sol sobre el campo a solas, en mis ojos
mil deleites pusieron, cuando al lado
mi error me hablaba poderoso, siempre,
doquier me hallase. En estas viejas salas,
al claror de la nieve, en torno a estas
amplias ventanas al silbar del viento,
resonaron los gozos, y mis voces
joviales, cuando el agrio y el indigno
misterio de las cosas de dulzura
lleno se muestra; entera, sin mancilla
el mozo, cual amante aún inexperto,
va a su engañosa vida cortejando,
y celeste beldad fingiendo admira.

¡Oh esperanzas aquellas; tierno engaño
de mi primera edad! Siempre, al hablar,
vuelvo a vosotras; que, aunque pase el tiempo,
y aunque cambie de afectos y de ideas,
no sé olvidaros. Sé que son fantasmas
la gloria y el honor; placer y bienes
mero deseo; estéril es la vida,
miseria inútil. Y si bien vacíos
están mis años, si desierto, oscuro
es mi estado mortal, poco me quita,
bien veo, la fortuna. Mas, a veces,
os recuerdo, mis viejas esperanzas,
y aquel querido imaginar primero;
luego contemplo mi vivir tan mísero
y tan doliente, y que la muerte es eso
que con tanta esperanza hoy se me acerca;
siento el pecho oprimido, que no sé
de mi destino en nada consolarme,
y cuando al fin esta invocada muerte
esté a mi lado, y ya se acerque el fin
de mi desdicha; cuando en valle extraño
se convierta la tierra, y de mis ojos
el futuro se escape, estad seguras
de que os recordaré: y que suspirar
me hará esta imagen, y el haber vivido
en vano será amargo, y la dulzura
del fatal día aliviará mis cuitas.

Ya en el primer tumulto juvenil
de contentos, de angustias y deseos,
llamé a la muerte en muchas ocasiones,
y largo rato me senté en la fuente
pensando en acabar dentro de su agua
mi esperanza y dolor. Luego, por ciega
enfermedad mi vida peligrando,
lloré mi juventud, y de mis pobres
días la flor caída antes de tiempo,
y sentado a altas horas en mi lecho
consciente, muchas veces, dolorido,
bajo la débil lámpara rimando,
lamenté, con la noche y el silencio,
mi alma fugitiva, y a mí mismo
exhausto me canté fúnebres cantos.

¿Quién puede recordaros sin suspiros,
juventud que llegabas nueva, días
hermosos, inefables, cuando al hombre
extasiado sonríen las doncellas
por vez primera; toda cosa en torno
pugna por sonreír; calla la envidia,
aún dormida o tal vez benigna; y casi
(inusitada maravilla) el mundo
su diestra mano tiende generosa,
excusa sus errores, y festeja
su entrar nuevo en la vida, y se le inclina
mostrando que por amo lo recibe?
¡Días fugaces que como el relámpago
se desvanecen! ¿y un mortal ajeno
habrá de desventura, si pasada
esta hermosa estación, si el tiempo bueno,
su mocedad, ay mocedad, se extingue?

¡Oh Nerina! ¿y de ti no escucho acaso
hablar a estos lugares? ¿De mi mente
acaso te caíste? ¿Dónde has ido,
que aquí de ti tan sólo la memoria,
dulzura mía, encuentro? No te ve
esta tierra natal: esta ventana
en que hablarme solías, y que ahora
triste luce a la luz de las estrellas,
está desierta. ¿Dónde estás? ¿No escucho
sonar tu voz, igual que en aquel día
cuando me hacía algún lejano acento
de tu labio, al llegarme, emblanquecer
el rostro? En otros tiempos. Ya se fueron
tus días, dulce amor. Pasaste. A otros
hoy les toca pasar por esta tierra
y habitar estas lomas perfumadas.
Mas rápida pasaste; y como un sueño
fue tu vida. Danzabas; en la frente
te lucía la dicha, y en los ojos
el confiado imaginar, el brillo
de juventud, cuando sopló el destino,
y yaciste. ¡Ay, Nerina! El viejo amor
reina en mi pecho. Si es que a una tertulia
o a alguna fiesta voy, para mí mismo
digo: ¡oh Nerina!, ya no te aderezas,
ya no acudes a fiestas ni a tertulias.
Si vuelve mayo, y ramos y cantares
los novios les van dando a las muchachas,
digo: Nerina, para ti no vuelve
nunca la primavera, amor no vuelve.
Cada día sereno o florecido
prado que miro, o gozo que yo siento
digo: Nerina ya no goza; el aire
y los campos no ve. ¡Pasaste, eterno
mi suspirar! ¡Pasaste! Y compañera
será ya de mis sueños, de mi tierno
sentir, de las queridas y las tristes
emociones, la amarga remembranza.

Versión de Luis Martínez de Merlo

lunes, 6 de diciembre de 2010

Parábolas y circunloquios de Rabí Isaac Ben Yehuda

Por marzo, con los días ya largos y soleados, cayó Rabí Isaac Ben Yehuda en un mesón muy viejo, lleno de titiriteros que iban camino de la ciudad a representar la verdadera Pasión del Salvador, pero eso les resultaba tan difícil que tenían que ensayar continuamente para hacer llorar al pueblo, sin conseguir lo cual nadie les daría un ochavo.
–Bien haría éste de Caifás –dijo el jefe de los titiriteros al ver entrar al hombre con su cesta de quincalla y su nariz como pico de águila o de loro parlamentario.
Pero cuando supieron que, efectivamente, era un judío, no le denunciaron por eso, ni tampoco le mostraron animosidad alguna.
–Nosotros ni entramos ni salimos en esto de la Pasión del Redentor –le aseguraron–. A nosotros nos pagan por representar este auto y mejor querríamos representar las comedias de la Pascua o de la Navidad o de otro tiempo en las que salen amores de hombres y mujeres, más sustanciosos. Pero a nosotros nos da lo mismo, nada tenemos que ver con Él, puesto que los curas se lo han apropiado y nos niegan hasta la tumba en el cementerio, excomulgados como estamos. Y, a no ser porque representamos también a la Magdalena, no nosdejarían hacer la Pasión del Redentor como a herejes indignos. Pero la Magdalena les gusta con sus pechos desnudos, porque dicen que así se muestra el pecado, pero es que los pechos son dulces de ver siempre y nuestra Magdalena los tiene hermosos y blancos como dos montones de nieve. Todos los ojos están sobre ella, aunque Cristo esté colgado de la cruz.
Pero no se volvió a hablar más de esas cuestiones. Los titiriteros siguieron con sus sus ensayos y hartándose de comida para prevenir los tiempos de hambre que siempre estaban colgando sobre sus cabezas. Por las noches jugaban a los dados sus papeles y quien hacía de rey hasta entonces perdía su trono, y el que representaba al patán leproso ceñía la corona. El buhonero vio dos o tres veces vaciarse su cesta con esas vueltas de la fortuna en la cocina del mesón, y también jugó a los dados y al ajedrez, al tarot y a la gallina ciega, con las mozas y los muchachos que llegaban de las aldeas para ser cómicos. A punto estuvo de olvidar a Yhvé Dios, Bendito sea su Nombre, porque esta era la verdadera vida.
Un bufón trajo, luego, una noche, noticia de la guerra, pero dijo que la guerra era como el ajedrez o las cartas. ¿Qué harían los hombres sin la guerra? La vida entera sería como una noche sin jugar a los dados. Así que todos los titiriteros se prepararon para la guerra. Ellos no lucharían, ciertamente, pero se informarían muy bien de quién ganaba la batalla y le proclamarían el príncipe más justo y poderoso del mundo. Le dedicarían una comedia y canciones, y, si les daba de comer y lecho bien mullido, podrían asegurarle incluso que viviría mil años, tendría cien esposas y muchos arcones de oro. Porque esto, al fin y al cabo, era lo que todos ansiaban, aunque lo andaban disimulando con los rezos y los "tedeums" para poner al Dios del cielo de su parte. De otro modo no serían príncipes, si no pudieran darle las gracias a ese Dios por haberse portado cabalmente en las batallas, y lo más natural era que, si perdían, destruyesen las iglesias y violaran a las monjas. ¿Acaso no eran las novias de Dios? ¿Y qué se hace con las novias, las esposas, hijas o hermanas de los traidores y vencidos?.......








viernes, 3 de diciembre de 2010

UN POEMA DE GIACOMO LEOPARDI

El primer amor Canto X

Vuelve a mi mente el día en que el combate
sentí de amor por vez primera, y dije: .
«¡Ay de mí, si es amor, cómo acongoja! »

Con los ojos clavados en la tierra,
yo contemplaba a aquella que, inocente,
mi corazón hizo vibrar primero.

¡Ay, amor, y cuán mal me gobernaste!
¿Por qué tan dulce amor debió consigo
llevar tanto dolor, tanto deseo,

y ni sereno, ni íntegro y sencillo,
mas lleno de lamentos y de afanes,
bajó a mi corazón tanto deleite?

Y dime, tierno corazón, ¿qué espanto,
qué angustia era la tuya al pensamiento
junto al cual era hastío todo goce? ;

el pensamiento aquel, que, lisonjero,
se te ofreció en la noche, cuando todo
quieto en el hemisferio aparecía.

Tú, infeliz venturoso e intranquilo,
me fatigabas el costado sobre
el lecho, fuertemente palpitando.

Y cuando triste, exhausto y afanoso,
yo los ojos cerraba, delirante
como por fiebre, el sueño no acudía.

¡Oh, qué viva surgía en las tinieblas
la imagen dulce, y los cerrados ojos
la contemplaban bajo de los párpados!

¡Qué latidos suavísimos sentía
recorrerme los huesos, qué confusos,
mudables pensamientos en el alma

alzábanse, lo mismo que en las copas
de antigua selva el céfiro soplando
arranca un largo y trémulo murmullo!

Mientras callaba, sin luchar, ¿ qué hiciste,
¡oh corazón! , cuando partía aquella
por quien pensando y palpitando vivo?

Me sentía quemado lentamente
por la llama de amor, cuando la brisa
que la avivaba se extinguió de pronto.

El nuevo día me encontró sin sueño,
y al corcel que debía dejarme solo
piafar oía ante el paterno albergue.

Y yo, tímido, quieto e inexperto,
en el balcón oscuro, inútilmente
aguzaba la vista y el oído

esperando escuchar la voz que de unos
labios debía salir por vez postrera;
aquella voz que el cielo, ¡ay! , me vedaba.

¡Cuántas veces el vacilante oído
plebeya voz hirió, y heló mis venas
e hizo latir el corazón con fuerza!

Y cuando al corazón bajó el acento
de aquella voz amada, y se escucharon
de carros y caballos los rumores,

me quedé ciego, me encogí en el lecho
palpitando, y, cerrados ya los ojos,
oprimí el corazón entre mi mano.

Luego, arrastrando las rodillas trémulas
por la callada estancia, tontamente,
decía: «¿Qué dolor puede ya herirme ?»

Amarguísimo entonces, el recuerdo
se me emplazó en el pecho, y se oprimía
a toda voz, ante cualquier semblante.

Largo dolor mi mente iba minando,
cual lluvia que al caer del vasto Olimpo
melancólicamente, el campo baña.

No sabía de ti, garzón de nueve
y nueve soles, a llorar nacido,
cuando en mí hiciste la primera prueba.

Y el placer desdeñando, no me era
grato el reír de un astro, ni el silencio
de la aurora, ni el verdecer del prado.

También faltaba el ansia de la gloria
del pecho, al que inflamar tanto solía,
pues la borró el amor por la belleza.

Desatendí el estudio acostumbrado
y lo creía vano, porque vano
cualquier otro deseo imaginaba.

¿Cómo pude cambiar de tal manera
y que un amor borrara otros amores?
En verdad, ¡ay de mí! , cuán vanos somos.

Mi corazón tan sólo me placía,
y de un perenne razonar esclavo
espiaba el dolor que lo embargaba.

La vista fija en tierra o abstraída,
insoportable me era ver un rostro
fugitivo, ya fuese hermoso o feo,

pues temía turbar la inmaculada,
cándida imagen en mi mente fija,
cual la onda del lago turba el aire.

Y aquel no haber gozado plenamente
-que de arrepentimiento llena mi alma
y el placer que pasó cambia en veneno-

en los huídos días, a mi mente
estimula; que de verguenza el duro
freno mi corazón ya no sujeta.

Juro a los cielos ya las nobles almas
que nunca un bajo anhelo entró en mi pecho,
que ardí en un fuego inmaculado y puro.

Vive aquel fuego aún, vive el afecto,
alienta en mi pensar la bella imagen
de quien, si no celestes, otros goces

jamás tuve, y sólo ella satisface.

Versión de Diego Navarro