miércoles, 21 de noviembre de 2012

SINLABAJOS: EDILES, CURAS Y ANIMALITOS.

Lo de conocer la comarca crea una cierta adicción, por eso no podemos dejar pasar mucho tiempo sin hacer una correría. En esta ocasión han sido Sinlabajos, Muriel y Donvidas, lo que viene siendo parte del antiguo sexmo de Sinlabajos. La cosa iba de visitar iglesias, lo que nos encanta, en unos tiempos en los que en estos templos de la Tierra de Arévalo y la Moraña son unos pocos feligreses de avanzada edad los que con más regularidad suelen frecuentarlos. Pocos feligreses pues hay poca población y además, los aún más escasos curas en muchos casos, no andan muy bien en la cuestión esta de la mercadotecnia, y en lugar de sumar y multiplicar, suelen ser más de restar cuando no de dividir.
Han coincidido además dos anécdotas, con diferente protagonista de un lado, pero un denominador común; del otro el mismo protagonista, cuyo nombre me vais a permitir que mantenga en el anonimato. En ambos casos soy testigo directo de lo ocurrido, no es algo que me hayan contado las lenguas de doble filo ni nada por el estilo, lo he presenciado personalmente, y por eso notario como el Luisma, “doy fe”.
En el primer caso, un concejal, edil o cualquier otro sinónimo, se permite exigir que corran con los gastos de limpieza del local, seguro y todo lo demás a unos jóvenes por venir a representar una obra de teatro en un local municipal, el día de la patrona del pueblo que supuestamente gestiona ese personaje, cuando, que se sepa, no hay ningún otro acto organizado para celebrar dicha festividad. Gracias a la crisis han encontrado el pretexto idóneo para ocultar su incompetencia, facilidad para el despilfarro en épocas de abundancia y nula imaginación en las de escasez.
En el segundo, un cura, demostrando una falta de humildad impropia de su cargo, exige cortesía al tiempo que demuestra una enorme falta de educación. Menosprecia a un firme colaborador ante un grupo de personas que habían acudido a visitar uno de los templos que administra, en los cuales por cierto y viendo el éxito de público que los frecuenta para el culto, están más próximos al cierre por cese de actividad que a una ampliación, y salvo milagro, uno de esos en los que como reclamo publicitario puede hacer llenar el templo, no tiene mucho futuro. El milagro es más difícil de lo habitual pues el problema es la falta de gente a la que convertir en fieles creyentes.
En ambos casos el denominador común es una figura poliédrica con muchas caras. Una es el afán por detener cualquier intento de innovación, cortar la capacidad de iniciativa de cualquier persona que no pertenezca a su círculo de aduladores, meapilas y lameculos; los cuales sumisos, solícitos y obsequiosos, ríen las gracias y aplauden las ocurrencias de estos personajes, ediles y curas. Otra es el creerse amos de lo que gestionan, ellos que no pasan de ser meros administradores del bien cuyo único y legítimo propietario es el pueblo soberano. Y lo son, sin ser los mejores ni más capacitados para ello, por haber contribuido al descrédito de la actividad que ejercen, con sus comportamientos, con sus actitudes, alejando a las personas que con buena voluntad se ofrecen a colaborar.
Son despilfarradores en épocas de abundancia y escasos de imaginación cuando la necesidad aprieta. Pero son al mismo tiempo tan soberbios y cicateros que ni reconocen su falta de capacidad ni reconocen la valía a los que la tienen, no aceptando tampoco ni ideas ni sugerencias, y mucho menos críticas, por constructivas que sean, que hayan salido de lugar diferente a sus caletres.
Han conseguido que la mayoría de la población se desinterese y aparte de la política, en la parte que corresponde a la vida pública; y de la religión, en cuanto a manifestar en público las creencias. Porque han de saber que la mayoría de la ciudadanía, aunque no lo parezca, en privado tiene y mantiene una cierta ideología política, aunque tengan cada vez más reparos en manifestar sus opiniones y muestren menos interés por participar en los órganos de gobierno de su comunidad. Ocurre algo parecido en materia religiosa, pues mantienen sus creencias en privado, absteniéndose de mostrar en público sus convicciones, al tiempo que se encuentran a mayor distancia de los que dicen ser sus pastores de almas.
Los políticos de medio pelo que abundan en la vida pública, tanto de izquierdas como de derechas, abominan de los independientes y muchos de los curas de los librepensadores, pretendiendo dar pensadas las cosas a las personas que se les acercan, no admitiendo ninguna otra interpretación de la vida que se aparte de su doctrina.
Ante esto, algunos no nos resistimos a entregar la cuchara. Cierto es que cada vez me encuentro mejor paseando por el campo, junto a mis amigos, observando a los animalitos. Disfrutar del patrimonio natural me produce menos sinsabores. Pero confío plenamente en las personas, a pesar de que cada día alguna me defrauda. Renuevo cada día mi fe en ellas. Encuentro además, ediles y curas que se alegran de nuestro interés por lo que administran, aceptan nuestro esfuerzo por mejorar las cosas, nos plantean sus preocupaciones y se muestran entusiasmados y esperanzados con nuestra entrega y dedicación. Nos reconocemos mutuamente como gente rara que parece desenvolverse en un entorno hostil. No tenemos prisa por conseguir cambiar lo que no nos gusta, aunque desearíamos fuera cuanto antes. La constancia es un valor que nos intercambiamos para mantener el aliento en esta tarea que hace tiempo comenzamos.
Somos además conscientes de nuestra pequeñez. Unos pobres diablos en una pequeña comarca de un país no muy grande en un planeta diminuto dentro del inmenso universo. Unos pocos años de trabajo en unas tierras que llevan millones de años formándose. Pero es ahí donde radica nuestra fuerza. No tenemos poder ni lo queremos, no tenemos recursos pero buscamos soluciones. Vemos problemas e intentamos resolverlos. Procuramos sumar adeptos a la causa para multiplicar resultados, sin dividir y restando únicamente dificultades.
No pensamos que dar a conocer el patrimonio sea invitar a su expolio como pretenden hacer creer. Me recuerdan el caso de aquel médico que fue avisado por la familia de un venerable anciano, que había fallecido, para que certificase su defunción. Al llegar a la casa del finado y una vez extendido y firmado el correspondiente certificado de defunción, fue acusado por los herederos del difunto de haber causado su muerte.
Amamos lo que hacemos porque estamos aprendiendo a conocer lo que tenemos. Compartimos cuanto tenemos y escuchamos a todo aquel que se acerca a nosotros. No somos infinitamente buenos ni casi perfectos como Mary Poppins, por eso, de vez en cuando se hace necesario un cierto desahogo, y dejamos salir de nuestras bocas y nuestras plumas algún que otro improperio, más con el ánimo de desahogarnos que de despreciar; porque el día que queramos despreciar y ofender de verdad, nos dedicaremos a visitar únicamente el campo y a observar a los animalitos y el día que ni eso nos dejen hacer, volaremos en nuestro interior, con nuestra imaginación y nuestro pensamiento, que allí no pueden entrar estos mequetrefes que se creen los amos de esta España catastrada.
Por cierto, padre cura, no, no he dejado donativo que según parece es algo que le preocupa; ya marco con una equis la casilla correspondiente a la iglesia católica en mi declaración de la renta, aunque viendo el comportamiento de muchos de ustedes y la gestión que hacen del patrimonio, me lo pensaré en la próxima ocasión antes de marcar nada. También reflexionaré aún más mi voto, por cierto.

domingo, 18 de noviembre de 2012

SOBRE LA MUERTE

"CUANDO TIENDA LA TRÉMULA MANO PRÓXIMO A EXPIRAR..."


   La muerte es suceso cierto. Es cuando probablemente encontremos la respuesta a todas las preguntas, dudas e inquietudes que nos hemos planteado a lo largo de nuestra vida.
     Las muertes que duelen son las ajenas. La muerte propia no duele, es su llegada lo que nos aterra.
    No tengo tiempo para pensar en el momento postrero, son infinitas las cosas que me quedan por hacer y el tiempo se acaba.
     Creyentes o no, en ese instante último, queremos una mano amiga a la que aferrarnos.
     Quiero llegar a mi muerte con muchas preguntas por responder y pocas muertes que lamentar.


Fabio López
En 100 palabras

viernes, 16 de noviembre de 2012

De: http://www.voltairenet.org/es


Noam Chomsky

 

 

Pensador, escritor y activista estadounidense. Profesor de Lingüística en la Universidad de Massachussets. Fundador de la Gramática Generativa Transformacional, que es un sistema original para abordar el análisis lingüístico y que ha revolucionado la lingüística. Autor de La segunda guerra fría (1984), La quinta libertad (1988), El miedo a la democracia (1992), El Nuevo orden mundial (y el viejo) (1996),
 



 Reescribir la historia

El principio fundamental es que "nosotros somos los buenos" -por "nosotros" se entiende el Estado al que servimos-, y lo que "nosotros" hacemos siempre va dedicado a la consecución de los más nobles objetivos, aunque en la práctica puedan producirse algunos errores.
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Aguilera Silva Gerardo
Como ejemplo típico, según la versión retrospectiva entre los liberales ultra izquierdistas, la correcta interpretación de la Guerra de Vietnam es la de que se inició con alguna metedura de pata pero intentando hacer el bien pero que, a partir de 1969 se convirtió en un "desastre" (Anthony Lewis) en 1969 cuando el mundo empresarial se volvió contra la guerra por su altísimo coste y cuando el 70 por ciento de la población la consideraba "fundamentalmente equivocada e inmoral", en ningún caso un "error"; también en 1969, siete años después de que Kennedy comenzara los ataques a Vietnam del Sur, y dos años más tarde de que el especialista en Vietnam más respetado, e historiador militar, Bernard Fall advirtiera de que " Vietnam como entidad cultural e histórica... está amenazada de extinción... (mientras) ... sus campos literalmente quedan arrasados por los ataques de la mayor maquinaria de guerra jamás empleada contra una región tan pequeña"; 1969, fue el momento de alguno de los más horrendos ataques del terrorismo de Estado y de uno de los mayores crímenes del pasado siglo XX, entre los cuales los realizadas por las lanchas rápidas en la zona más al sur, ya devastada por los bombardeos masivos, por la guerra química y por las masacres de la población civil, fueron las menores de las operaciones realizadas.
Pero la reescritura de la Historia prevalece. Durante la campaña electoral de 2004, se analizaron en sesudos coloquios las razones de "la obsesión estadounidense con Vietnam", mientras que Vietnam no fue mencionado en ningún momento, es decir el Vietnam real que no responde a la reconstruida imagen de la Historia.
Los principios fundamentales tienen sus corolarios. El primero de ellos es que los estados satélites son esencialmente buenos, aunque menos buenos que "nosotros", y siempre que se adapten a las exigencias estadounidenses son "saludablemente pragmáticos". El segundo es el de que los enemigos son muy malos; la intensidad de su maldad depende de lo violentamente que "nosotros" les estemos atacando o planeando atacarles. Su consideración puede cambiar rápidamente conforme a las directrices establecidas.
Así la actual Administración y sus inmediatos mentores fueron muy favorables a Saddam Husein y le ayudaron cuando se dedicó a gasear a los kurdos, a torturar a los disidentes y a aplastar la rebelión chií que pudo haberle derrocado en 1991, gracias a su contribución a la "estabilidad"- una palabra clave para "nuestra" dominación- y su utilidad para los exportadores estadounidenses, como se ha admitido francamente. Pero los mismos crímenes se convirtieron en pruebas de su espeluznante perversidad cuando se presentó el momento oportuno para "nosotros", que levantamos orgullosos la bandera del Bien para invadir Irak y establecer lo que se denominará "democracia" si obedece las órdenes y contribuye a la "estabilidad".
Los principios son simples, y fáciles de recordar para quienes aspiran a hacer carrera en ambientes respetables. La notable consistencia de su aplicación está documentada ampliamente. Es algo que se espera que ocurra en los estados totalitarios y en las dictaduras militares, pero resulta un fenómeno mucho más instructivo en las sociedades libres, donde uno no puede alegar seriamente el miedo al exterminio. La muerte de Arafat ha dado lugar a uno más de esos casos dignos de estudio entre los muchos posibles. Me voy a ceñir al The New York Times (NYT)- el periódico más importante del mundo- y al The Boston Globe- quizás, más que ningún otro, el diario local de las cultivadas elites liberales.
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Boggio Emilio
En el NYT, el artículo de opinión de primera página del 12 de noviembre comienza por describir a Arafat como "el símbolo de la esperanza de los palestinos en un Estado independiente viable y al mismo tiempo el obstáculo fundamental para conseguirlo". Y continua explicando que jamás alcanzó la altura del Presidente egipcio Anwar Sadat ; Sadat "que consiguió la devolución del Sinaí por medio de un tratado de paz con Israel" porque fue capaz de tender la mano a los israelíes y enfrentarse a sus miedos y a sus esperanzas" (cita del día 13 de noviembre de Shlomo Avineri, filósofo israelí y funcionario del gobierno anterior).
Se puede creer en los muchos y graves obstáculos para la creación de un Estado palestino, pero quedan excluidos los principios imperantes, como ocurrió con Sadat realmente, lo que Avineri como mínimo conoce con seguridad. Recordemos algo de lo ocurrido.
Desde que la cuestión de los derechos nacionales palestinos a tener un Estado propio se incorporó a la agenda diplomática a mediados de los 70 "el primer obstáculo para su realización", sin ninguna duda, ha sido el gobierno de Estados Unidos, con el NYT como aspirante cualificado al segundo puesto. Desde enero de 1976 quedó claramente de manifiesto cuando Siria presentó una Resolución al Consejo de Seguridad de la ONU exigiendo un acuerdo para el establecimiento de dos Estados.
La Resolución incorporaba la redacción crucial de la resolución 242- un documento básico en el que todos estaban de acuerdo. En ella se reconocían a Israel los mismos derechos que a cualquier otro estado en el sistema internacional, en la vecindad de un Estado palestino en los territorios ocupados por Israel en 1967. Pues bien, Estados Unidos vetó la Resolución que había sido apoyada por los principales estados árabes. La organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Arafat condenó la "tiranía del veto" y se produjeron algunas abstenciones por cuestión de tecnicismos.
Entonces, la solución de dos estados en los términos previstos había suscitado un muy amplio consenso internacional, bloqueado únicamente por Estados Unidos (y rechazado por Israel). Así que el asunto siguió adelante, no sólo en el Consejo de Seguridad sino también en la Asamblea General, donde se han aprobado periódicamente resoluciones similares con una votación favorable de 150 contra 2 (con Estados Unidos captando a veces a algún estado clientelar) y bloqueando, asimismo, iniciativas similares de Europa y de los Estados Árabes.
Mientras tanto, el NYT rechazó - es la palabra exacta- publicar el hecho de que durante los años 80 Arafat pidió repetidamente entablar negociaciones a las que Israel se negó de plano. Los principales medios de información israelíes llevaron a sus titulares las solicitudes de Arafat de negociaciones directas con Israel, rechazadas por Simon Peres con el argumento doctrinal de que la OLP de Arafat no "podía ser interlocutor en las negociaciones".
Y poco después el corresponsal del NYT en Jerusalén, y ganador del premio Pulitzer, Thomas Friedman- que podía leer la prensa en hebreo-, escribía artículos lamentando la angustia de los grupos a favor de la paz por "la ausencia de un interlocutor válido para las negociaciones", mientras Peres deploraba la falta de un "movimiento a favor de la paz entre el pueblo árabe (semejante) al que existe entre el pueblo judío" y explicando una vez más que no se podía admitir a la OLP en las negociaciones "mientras fuera una organización terrorista y rehusara negociar".
Todo ello, poco después de que Arafat de nuevo propusiera negociar, propuesta de la que el NYT se ha venido negando a informar, casi tres años después de que el gobierno israelí rechazara las propuestas de negociación formuladas por Arafat que habrían de conducir al reconocimiento mutuo. Peres, a pesar de ello, es reconocido como un "pragmático positivo", gracias a las directrices establecidas. Los asuntos cambiaron algo en los 90, cuando la administración de Clinton declaró que todas las resoluciones de Naciones Unidas habían quedado "obsoletas y anacrónicas" y puso en marcha su propia manera de rechazarlas.
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Baltasar Lobo, Mujer con cabeza de Muerto
Estados Unidos se ha quedado aislado en el bloqueo de un arreglo diplomático. Un reciente e importante ejemplo ha sido la presentación de los Acuerdos de Ginebra en diciembre de 2002, apoyados por el habitual y extenso consenso internacional, con las excepciones asimismo habituales: "Estados Unidos de forma llamativa no figuraba entre los gobiernos que enviaron mensajes de apoyo", informaba el NYT en un despectivo artículo del 2 de diciembre de 2002.
Esta es sólo un pequeña muestra de los archivos diplomáticos que tan consistentes y tan dramáticamente incuestionables que resultan imposibles de ignorar, salvo que uno se mantenga inflexiblemente al lado de los que escriben la Historia.
Vayamos al segundo ejemplo: el de Sadat tendiendo la mano a los israelíes y con ello la devolución del Sinaí en 1979, una lección para el malvado Arafat. Volviendo a una historia inaceptable, en febrero de 1971 Sadat propuso un tratado total de paz a Israel, de acuerdo con la entonces política oficial de Estados Unidos- y más específicamente, la retirada israelí del Sinaí- sin la más mínimo alusión a los derechos de los palestinos. Jordania fue el siguiente con una propuesta similar.
Israel reconoció que podía haber obtenido una paz total, pero el gobierno laborista de Golda Meier prefirió rechazar la oferta y dedicarse a continuar la expansión, en aquellos momentos hacia el nordeste del Sinai, donde Israel expulsaba a miles de beduinos hacia el desierto y destruía sus pueblos, mezquitas, cementerios y viviendas para establecer en su lugar la ciudad étnicamente judía de Yamit.
La cuestión crucial, como siempre, fue la de cómo iba a reaccionar Estados Unidos, donde Kisssinger consiguió que prevaleciera su opinión en el debate interno, y Estados Unidos asumió su política de continuar en "punto muerto": nada de negociaciones, y recurrir sólo a la fuerza. Estados Unidos continuó rechazando- para ser exactos, ignorando- los intentos de Sadat para que siguiera el proceso diplomático, y apoyando el rechazo y expansionismo de Israel.
Aquella posición desembocó en la guerra de 1973, que supuso una llamada de atención para Israel y para el resto del mundo; Estados Unidos incluso puso en marcha la alerta nuclear. Entonces, el mismo Kissinger comprendió que Egipto no podía tratarse como un caso perdido, y comenzó con sus viajes diplomáticos que condujeron a las reuniones de Camp David en las que Estados Unidos e Israel aceptaron las propuestas de Sadat de 1971- pero en ese momento desde el punto de vista israelí-estadounidense, con unas condiciones más duras. Para entonces, se había producido el consenso internacional en el reconocimiento de los derechos nacionales palestinos y, en consecuencia, Sadat planteó la necesidad de un Estado palestino, lo que para EE.UU. e Israel era anatema.
Para la historia oficial rescrita por los vencedores, y repetida por los artículos de opinión de los medios informativos, aquellos acontecimientos constituyeron un "triunfo diplomático" para Estados Unidos y la prueba de que si los árabes se unieran a nuestras propuesta de paz y de negociación diplomática podrían conseguir sus objetivos. En la historia real, el triunfo fue una catástrofe, y los acontecimientos demostraron que Estados Unido sólo quería la violencia. El rechazo estadounidense a la solución diplomática condujo a una guerra muy peligrosa y a muchos años de sufrimiento y de amargas consecuencias hasta el día de hoy.
En sus memorias, el general Shlomo Gazit, comandante militar de los territorios ocupados desde 1967 a 1974, menciona que, al rechazar el tomar en consideración las propuestas presentadas por el ejército y el servicio de inteligencia relativas algún tipo de autonomía en los territorios e incluso la aceptación de alguna actividad política limitada, y la insistencia de "cambios sustanciales de fronteras", el gobierno laborista apoyado por Washington contrajo una importante responsabilidad en el posterior desarrollo del fanático grupo de colonos Gush Emumin y de la resistencia palestina que se desarrolló muchos años después en la primera Intifada, tras años de brutalidad y terrorismo de Estado, y el continuado expolio de las tierras más fértiles y de los recursos palestinos.
La interminable necrológica de la experta en Oriente Próximo del Times, Judith Miller (11 de noviembre) se desarrolla en el mismo tono que el artículo de opinión de la primera página. Según su versión, "Hasta 1988, Arafat en repetidas ocasiones rechazó el reconocimiento de Israel, y persistió en la lucha armada y el terrorismo. Sólo se decidió por la vía diplomática después de haberse puesto al lado del Presidente iraquí, Saddam Hussein, durante la guerra del Golfo Pérsico de 1991". Miller expone una visión exacta de la historia oficial. En la historia real, Arafat propuso en repetidas ocasiones negociar el reconocimiento mutuo, mientras Israel- en particular sus "pragmáticas" palomas- lo rechazaron de plano, con el respaldo de Estados Unidos.
En 1989 el gobierno de coalición israelí (Shamir-Peres), estableció un plan de consenso político, en el que su primer punto fue el de que no habría "un nuevo Estado palestino" entre Jordania e Israel" ya que "Jordania ya era un Estado palestino". El segundo, que el destino de los territorios ocupados "se ajustaría a las líneas programáticas del gobierno (israelí)". Estados Unidos aceptó los planes israelíes sin retoque alguno y los convirtió en el "Plan Baker" de diciembre de 1989.
Contrariamente a lo que afirman Miller y la historia oficial, fue a partir de la Guerra del Golfo cuando Washington estuvo dispuesto a considerar las negociaciones, y a reconocer que entonces se encontraba en situación de imponer de forma unilateral su propia solución. Estados Unidos convocó la Conferencia de Madrid (con la participación rusa como figurante, en la que en efecto se llegó a negociaciones con una delegación palestina legítima, presidida por Haidar Abdul-Shafi, un nacionalista íntegro, probablemente el líder más respetado en los territorios ocupados.
Pero las negociaciones quedaron bloqueadas porque Abdul Shafi rechazó la insistencia israelí- respaldada por Washington- en seguir manteniendo las zonas más valiosas de los territorios con sus programas de colonias y de infraestructuras- todas ellas ilegales, tal como la propia Administración de Justicia de Estados Unidos reconocía, la única que ha disentido de la reciente sentencia del Tribunal Internacional por la que se condena el Muro israelí que divide Cisjordania. Los "palestinos de Túnez", dirigidos por Arafat, desautorizaron a los negociadores palestinos y llevaron a cabo las suyas propias, los "Acuerdos de Oslo", celebrados con gran boato en el césped de la Casa Blanca en septiembre de 1993.
Pronto se puso de manifiesto que se trataba de un éxito cara al público. El único documento- La Declaración de Principios- establecía que el resultado final habría de basarse exclusivamente en la Resolución 242 de la ONU de 1967, con exclusión de los asuntos fundamentales para la diplomacia desde mediados de los 70: los derechos nacionales palestinos y el establecimiento de dos estados. En efecto la Resolución 242 define el resultado final pero no recoge los derechos de los palestinos al excluir otras Resoluciones que sí reconocen esos derechos al mismo tiempo que los de los israelíes, de acuerdo con el consenso internacional establecido a mediados de los 70 y que ha venido siendo bloqueado por Estados Unidos.
La redacción de los acuerdos dejaba bien claro que se trataba de continuar con los programas de asentamientos, tal como los líderes israelíes (Yitzhaq Rabin y Shimon Peres) no tuvieron empacho en ocultar. Por esas razones Abdul Shafi se negó incluso a estar presente en los actos protocolarios. El papel reservado a Arafat era el de hacer de policía de los territorios, como Rabin dejó bien claro. Mientras desempeñó bien el cometido, se le consideró un "pragmático", con el visto bueno de Estados Unidos e Israel que no dieron importancia a la corrupción, la violencia y la represión. Sólo cuando no le fue posible mantener controlada a la población- debido a la anexión israelí de más tierras y recursos- se convirtió en un hipócrita redomado, que obstruía el camino hacia la paz: es decir, se producía la transición normal.
Las cosas siguieron así durante los 90. Los objetivos de las "palomas" israelíes se expusieron en 1998, en un trabajo académico de Shlomo Benami quien pronto se convirtió en el negociador principal de Barak en Camp Davis: el "proceso de paz de Oslo" fue para establecer "una dependencia colonial permanente" en los territorios ocupados, con algún tipo de autonomía local. Mientras tanto, las colonias israelíes y la anexión de territorios continuó ininterrumpidamente con el apoyo total de Estados Unidos, hasta alcanzar el clímax el último año del primer mandato de Clinton ( y del de Barak), impidiendo de esta forma un arreglo diplomático.
Pero volviendo a Miller, ella mantiene la versión oficial de que en "noviembre de 1988, tras considerables esfuerzos de Estados Unidos, la OLP aceptó la Resolución de Naciones Unidas que pedía el reconocimiento de Israel y la renuncia al terrorismo". Sin embargo los hechos reales fueron que en noviembre de 1988, Washington se convirtió en objeto de la irrisión internacional por su rechazo a "advertir" que Arafat estaba pidiendo una compromiso diplomático.
En ese contexto, la administración de Reagan aceptó a regañadientes admitir la verdad evidente e indiscutible, y tuvo que recurrir a otras formas de cortocircuitar los esfuerzos diplomáticos, así que inició unas negociaciones de bajo nivel con la OLP, aunque el primer ministro Rabin aseguró en 1989 a los dirigentes de Peace Now que no tenían sentido alguno y sólo eran un intento de ganar tiempo para que Israel "presionara más duramente en el plano militar y económico" de forma que "al final, ellos acabaran destrozados" y aceptaran las condiciones de Israel.
Miller cuenta la historia en el mismo sentido y la lleva al desenlace tópico: en Camp David, Arafat "rechazó" el magnánimo ofrecimiento de paz de Clinton y Barak, e incluso más tarde rehusó unirse a Barak en aceptar las "medidas" de Clinton en diciembre de 2000, probando con ello de forma concluyente que persistía en la violencia, una verdad deprimente que los pacíficos gobiernos de Israel y Estados Unidos tenían que aceptar.
Pero volviendo a la historia real, las propuestas de Camp David dividían Cisjordania, en la práctica, en una serie de cantones separados entre sí, por lo que no podían ser aceptadas por ningún dirigente palestino. Es algo evidente con sólo echar una ojeada a los mapas que son accesibles fácilmente, salvo para el New York Times , ni aparentemente, para ninguno de los principales medios de información estadounidenses, quizás por esa razón. Tras el fracaso de aquellas negociaciones, Clinton reconoció que las reservas de Arafat estaban justificadas, tal como quedó demostrado con los famosos "parámetros" de Clinton que, aunque vagos, iban mucho más allá como posible acuerdo- con lo que socavaba la historia oficial, pero sólo en su aspecto lógico, y por ello inaceptable históricamente.
Clinton dio su propia versión de las reacciones a sus "propuestas" en una charla ante el Israeli Policy Forum el 7 de enero de 2002: "El Primer Ministro Barak y el Presidente Arafat han aceptado ahora estos parámetros como base para futuras negociaciones. Ambos han expresado, no obstante, algunas reservas".
Se puede acceder a esta información en fuentes tan "oscuras" como la prestigiosa revista del MIT, International Security (otoño 2003), así como en las conclusiones de que "la versión palestina de las conversaciones de paz de los años 2000-01 es significativamente más exacta que la de Israel", es decir la de Estados Unidos y el New York Times.
Con posterioridad, negociadores palestinos de alto nivel aceptaron tomar como punto de partida los "parámetros" de Clinton "para futuras negociaciones" y presentaron sus "reservas" en las reuniones de Taba en enero, que condujeron casi un acuerdo provisional, al aceptar algunas de las preocupaciones palestinas, que contradecían la historia oficial. Persistían ciertos problemas, pero las negociaciones de Taba fueron mucho más allá en el camino hacia la consecución de un posible acuerdo que cualesquiera de las precedentes.
Las negociaciones fueron interrumpidas por Barak así que no podemos saber cual hubiera sido el resultado final. El detallado informe del representante de la Unión Europea, Miguel Ángel Moratinos ha sido aceptado por ambas partes como fiel reflejo de lo ocurrido, y ampliamente difundido en Israel. Pero dudo de que siquiera haya sido mencionado en los principales medios informativos de Estados Unidos.
La versión de lo sucedido que da Miller en el NYT se basa en el libro, muy alabado, del enviado y negociador de Clinton a Oriente Próximo, Dennis Ross. Como cualquier periodista debería ser consciente, ninguna fuente resulta sospechosa sólo por su procedencia. Pero incluso una lectura superficial sería suficiente para demostrar que la versión de Ross resulta poco creíble. Sus 800 páginas se dedican en su mayoría a adular a Clinton ( y sus propios trabajos como negociador), basándose en afirmaciones no verificables; en su lugar, "cita" lo que asegura haber escuchado que dijeron los participantes, a los que identifica por su nombre de pila si se trata de los "tipos buenos".
Apenas hay una sóla palabra acerca de lo que todos sabemos que han sido los asuntos cruciales desde 1971: los planes de asentamientos y el desarrollo de las infraestructuras en los territorios ocupados, que dependían del apoyo económico, militar y diplomático de Estados que Clinton había incluido claramente. Ross trata el problema de Taba de forma sencilla: termina el libro inmediatamente antes de que empezaran las conversaciones (lo que le permite omitir las evaluación de Clinton, citada unos días más tarde). De esta manera, evita que sus conclusiones fundamentales quedaran refutadas de forma instantánea.
En el libro de Ross, a Abdul-Shafi se le menciona de pasada una sóla vez. Naturalmente, la visión de su amigo Shlomo Benami sobre el Proceso de Oslo se omite también, de la misma manera que todos los elementos significativos de los acuerdos provisionales de Camp David. No existe alusión alguna al rechazo de pleno de sus héroes, Rabin y Peres- a quienes cita como "Yitzhak" y "Shimon"- de tomar en consideración siquiera un eventual Estado palestino. En efecto, la primera mención de esa posibilidad aparece en Israel con el gobierno del "tipo malo", el ultraderechista Benjamin Netanyahu. Su ministro de información, preguntado sobre la posibilidad de un Estado palestino, respondió que los palestinos podían denominar a los cantones que se les iba a dejar "un Estado" si así lo deseaban, o "un pollo frito".
Eso es sólo el comienzo. Las opiniones de Ross son tan deficientes en fuentes independientes y tan radicalmente selectivas que todo lo que afirma debe tomarse con grandes reservas, desde los detalles concretos que meticulosamente reproduce literalmente (quizás recogidos en una grabadora oculta) hasta las conclusiones de carácter general que se presentan como autorizadas pero sin aportar evidencias fiables. Resulta interesante que se haya señalado que sus opiniones se presentan como una versión exacta de los hechos. En general, el libro tiene poco valor, excepto por el hecho de dar las impresiones de uno de los protagonistas. Cuesta trabajo creer que cualquier periodista no haya sido consciente de ello.
No menos despreciable, no obstante, es la evidencia principal de la que no se informa. Por ejemplo: los análisis de los servicios de inteligencia israelíes durante aquellos años: entre otros los de Amon Malka, su director; del general Ami Ayalon, que dirigía los Servicios de Seguridad (Shin Bet); de Matti Steinberg, consejero especial para asuntos palestinos del jefe del Shin Bet y del coronel Ephraim Lavie, funcionario responsable de la división de información sobre los asuntos de Palestina. El consenso, según Malka, era que "Arafat se inclina hacia el proceso diplomático, y que hará todo cuanto pueda por conseguirlo y que sólo si se llega a un callejón sin salida recurrirá a la violencia. Pero que la violencia está encaminada a llevarle a ese callejón sin salida, para conseguir una presión internacional que propicie dar el paso siguiente".
Malka denuncia que esos informes de alto nivel fueron falsificados tal como se transmitieron a los dirigentes políticos y otras instancias. Los reporteros estadounidenses pueden acceder con facilidad a ellos a través de fuentes en inglés.
No tiene sentido continuar con las versiones de Miller o de Ross, por lo que vayamos al Boston Globe, en el otro extremo liberal. Sus editores (el 12 de noviembre) se adhieren a los principios básicos del NYT (lo que probablemente fue un fenómeno universal: sería interesante buscar excepciones). Los editores reconocen que el fracaso en la consecución de un Estado palestino "no puede atribuirse sólo a Arafat. Los líderes israelíes...tuvieron también su responsabilidad". Pero el papel decisivo desempeñado por Estados Unidos es inmencionable e impensable.
El Globe también publicó un artículo de fondo en primera página el 11 de noviembre. En su primer párrafo, se nos dice que Arafat fue "uno de los líderes carismáticos y autoritarios - del grupo que incluye desde Mao Zedong en China a Fidel Castro en Cuba y Saddam Hussein en Irak- que surgieron de los movimientos anti-coloniales que se extendieron por el mundo a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Esta afirmación resulta interesante desde diversos puntos de vista. El enlace entre unos y otros revela el inevitable odio visceral hacia Castro. Se han sucedido diversos pretextos según cambiaban las circunstancias pero la información no ha variado para poner en duda las conclusiones de los servicios de inteligencia estadounidenses sobre los primeros momentos del ataque terrorista de Washington y de la guerra económica contra Cuba: el problema de fondo estriba en su "desafío triunfante" de las políticas estadounidenses que se remontan a la Doctrina Monroe.
No obstante, hay algo cierto en el retrato de Arafat que presenta el artículo del Globe, como lo hubiera sido si en primera página se hubiera publicado un artículo de fondo sobre los funerales imperiales del semi-divino Reagan, en el que se le describiera como uno de los iconos del grupo de asesinos de masas- que incluiría desde Hitler a Idi Amin y Peres-quienes llevaron a cabo sus carnicerías con enorme apoyo de los medios de información y de los intelectuales. Quienes no comprendan la analogía tienen mucho que aprender de la historia.
Pero sigamos, en el informe del Globe se hace recuento de los crímenes de Arafat, y se nos dice que consiguió controlar el sur del Líbano que "utilizó para lanzar una serie de ataques contra Israel que tuvo que responder con la invasión de Líbano (en junio de 1982). El objetivo declarado de Israel era el de expulsar a los palestinos de la frontera de la zona pero, bajo las órdenes del entonces general y ministro de defensa, Sharon, sus fuerzas avanzaron hasta Beirut, donde Sharon permitió a sus aliados, las milicias cristianas, perpetrar la terrible masacre de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila y mandar a Arafat y a los dirigentes palestinos al exilio en Túnez".
Volviendo a la historia inaceptable, el año anterior a la invasión israelí la OLP se sumó a una iniciativa de paz de Estados Unidos mientras Israel llevaba a cabo ataques mortíferos en el sur del Líbano, en un intento de provocar una reacción palestina que pudiera utilizar como pretexto para la invasión ya planificada. Cuando la reacción no se produjo, se inventaron el pretexto y llevaron a efecto la invasión, matando probablemente a 20.000palestinosy libaneses, gracias a los vetos de Estados Unidos alas Resoluciones del Consejo de Seguridad en las que se exigía el cese el fuego y la retirada de los territorios invadidos.
La masacre de Sabra y Chatila fue, al fin y al cabo, una simple nota a pie de página. El objetivo fundamental, tal como ha quedado demostrado en los más altos niveles políticos y militares, y por los investigadores y analistas israelíes, fue el de terminar con las irritantes e incesantes iniciativas de Arafat para conseguir un acuerdo diplomático y asegurarse así el control de Israel sobre los territorios ocupados.
Tergiversaciones parecidas de hechos bien documentados han aparecido en los comentarios sobre la muerte de Arafat, y han sido tan convencionales durante muchos años en los medios de información estadounidenses que difícilmente se puede culpar a los periodistas por repetirlos, aunque una mínima investigación sería suficiente para conocer la verdad.
También resultan instructivos algunos comentarios menores, por ejemplo en el artículo de opinión del Times se nos dice que probablemente los sucesores de Arafat- los "moderados" preferidos de Washington- va a tener problemas ya que carecen de "credibilidad en la calle". Frase convencional utilizada para mencionar a la opinión pública en el Mundo Árabe, como cuando se nos informa sobre las "calles árabes". Si un personaje político occidental tiene escaso apoyo público no decimos que carece de "credibilidad en la calle", y no existen alusiones a las "calles" estadounidenses o británicas, La frase se reserva irreflexivamente para las instancias inferiores, porque no forman parte de la ciudadanía sino criaturas que viven en las "calles".
Podemos añadir, además, que el líder más popular en las "calles palestinas", Marwan Barguti, ha sido puesto fuera de la escena (está a buen recaudo) por Israel de forma permanente. Y que Bush ha demostrado su pasión por la democracia al unirse a su amigo Sharon- "un hombre pacífico"- al mantener prácticamente prisionero al único líder electo del Mundo Árabe, mientras apoyaba a Mahmud Abbas, quien como Estados Unidos confiesa no goza de "credibilidad en las calles". Todo esto debería servirnos para entender lo que la prensa liberal denomina la "visión mesiánica" de Bush para llevar la democracia al Oriente Próximo, pero sólo si los hechos y la lógica importaran.
El New York Times ha publicado otro artículo de opinión sobre la muerte de Arafat del historiador Benny Morris. El trabajo merece un análisis detenido pero eso lo haré aparte, y aquí sólo me fijaré en el primer comentario que marca el tono general del artículo: Arafat es un embaucador, afirma Morris, que hablaba de paz y de dar fin a la ocupación pero en realidad lo que quería es "redimir a Palestina", lo que demuestra su irremediable naturaleza salvaje.
Con ello, Morris revela su desprecio no sólo hacia los árabes (que es muy profundo) sino hacia los lectores del NYT. En apariencia no se da cuenta de que está tomando prestada la terrible frase de la ideología sionista, ya que su principio fundamental durante un siglo ha sido el de "redimir la Tierra", un concepto que subyace a lo que Morris reconoce que es el concepto central que inspira el sionismo: la "transferencia" de la población nativa, es decir, la expulsión para "redimir la Tierra" y entregarla a sus legítimos propietarios. Parece que no es necesario sacar las conclusiones.
A Morris se le identifica como un historiador israelí, autor del reciente libro The Birth of the Palestinian Refugee Problem Revisited. Es cierto, él ha realizado las investigaciones más exhaustivas en los archivos israelíes, y ha demostrado en detalle las salvajadas cometidas en 1948-49 para conseguir la "transferencia" de la gran mayoría de la población desde lo que convertiría en el Estado de Israel, incluida la zona que Naciones Unidas estableció para el Estado palestino que Israel se repartió con su aliado jordano al 50 %.
Morris critica las atrocidades y la "limpieza étnica" - para ser más exactos en la traducción, "purificación étnica"-: es decir, que no fue suficiente. Morris piensa que el gran error de Ben Gurion, probablemente la "fatal equivocación", fue la de no "limpiar la totalidad del país": la totalidad de la Tierra de Israel, hasta el río Jordán".
En favor de Israel, hay que reconocer que su postura en este asunto ha sido ampliamente condenada entre los israelíes. Pero en Estados Unidos, ha sido elegido como el más apropiado para el comentario principal sobre su denostado enemigo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

EL RECUERDO DEL VIVIR

El caso es que el arrasamiento de «las antiguallas» como el señor Mao llamaba a la antigua cultura, afectó también al marxismo real más ortodoxo como parece que lo era el de la República Democrática Alemana, porque Christa Wolf, escribe en su libro, «Un día del año,1960-2000» a este respecto: «Debido a los rápidos y radicales cambios ideológicos de los últimos años, el sistema de referencias morales se ha perdido para las personas reflexivas… Lo que cuentan viejos comunistas … eso ya no existe. Estoy leyendo «El Vicario de Wakefield». Es delicioso ver cómo en todas las situaciones de la vida él puede refugiarse en su religión cristiana. Esto nuestra gente lo ha perdido. Y aún no ha aparecido nada nuevo. Pero la mayoría no es lo bastante culta para asimilar espiritualmente ese conflicto. Eso conduce a un aumento de la neurosis. ¿Falta de cultura? No sé… –Sin duda alguna».

Es una página ésta que sugiere muchísimas cosas. Y, desde luego,  la experiencia de que hubo al menos algunos momentos en la historia en los que se vivía modesta pero extraordinariamente bien, o al menos mejor que en nuestro mundo que Martin Buber llamaría «la patria de Hegel» que nunca podría ser la nuestra. Es decir que Christa Wolf viene a decir algo parecido a lo que decía Monsieur de Talleyrand cuando afirmaba que nadie sabía lo que era la dulzura del vivir, si no había vivido en el siglo XVIII, antes de la Revolución, o como otras gentes hablaban de alguna  época del Imperio austríaco o de los años veinte del siglo XX. Pero Christa Wolf piensa que es que el Vicario de Wakefield podía refugiarse de todos los esquinamientos o contrariedades y heridas del vivir, como parece dar a entender que la vieja moral comunista permitía hacerlo en la conciencia de estar haciendo un mundo más justo, y que esto es lo que ha desaparecido. Probablemente tiene toda la razón.

Se mire por donde se mire, parece que han desaparecido toda realidad vividera y toda idea moral,  incluida la idea de crimen, que no sería más que una creación personal, quizás no correcta pero que desparecerá en cuanto el autor del crimen sea reciclado. Aunque no se sabe en qué, ni hacia dónde Quizás en la condición esencial de consumidor que parece ser nuestro único destino consolador. Y la misma Christa Wolf escribe, a propósito de la novela de Jay Perini, cuyo protagonista es Walter Benjamin: «El mundo que conocía Benjamin, se lee en la novela, estaba dominado por el autoengaño y el mito. Le agobiaba el espíritu de consumo y el afán de compras, visibles por doquier, una locura que se ponía de manifiesto, de modo insuperable, en los pasajes o galerías comerciales».

Y, más adelante, cita al propio Benjamín «en la antigua Grecia se enseñaban lugares por los que se descendía a los infiernos. Nuestra existencia en estado de vigilia es también un país lleno de sitios insignificantes donde desembocan los sueños». Y «habla del Minotauro al que hay que dar muerte y que yace dormido en el fondo del laberinto». La modernidad como la era del infierno. Este es, lo noto claramente, mi tema. Alienación en su rostro actual. El rostro que yo he visto y sigo viviendo. Alienación socialista, capitalista.

Si la insignificancia es la entrada al infierno, nuestras vidas tienen cien mil entradas y, por no estar ni ser, ni siquiera estamos alienados ni podemos estarlo. Parecemos  estar muy contestos de ser no de la materia de las sombras de la que decía Shakespeare que está tejida la vida de todo ser humano,  sino de la inmateria de aquellos seres ya muertos de los que nos informa Dante que no daban sombra en el infierno.

Por lo demás, resulta  dramática y conmovedora, esta imagen de un Walter Benjamin viviendo para comprar, interminablemente, por galerías y tiendas, sin recordar siquiera una vida más hermosa y vividera. Pero las banalidades llenan mucho y tampoco nosotros parece que echamos otra cosa de menos.      

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
Premio Cervantes

lunes, 12 de noviembre de 2012

Estampas de miseria

Según se nos informa, The New York Times ha publicado fotografías sobre la pobreza en España, y la reacción de algunos periódicos o revistas españoles ha sido la de enviar fotos de nuestra prosperidad al periódico neoyorkino, pero me parece algo tan sin sentido como la de publicar fotos de pobreza y miseria de fuera de cualquier país, donde también existe. No veo que haya que contestar nada a estas informaciones, y ni siquiera a su intención política. En el mejor de los mundos antiguos, medios y modernos ha habido, y hay, sufrimiento, pobreza y miseria, pero nuestro mundo la ha convertido, como convierte todo en noticia curiosa y espectáculo, o en juego político.

Y se comprendería muy bien que un periódico hasta del otro extremo del mundo publicase la noticia de que en una manifestación pública, en España, han tomado parte niños pequeñísimos y sus padres, porque esto es algo extraño en verdad en el mundo entero, y casi como informar de que un hombre ha mordido a un perro; pero no es tan claro lo que el "New York Times" quiere revolver con esa noticia sobre la miseria española, aunque parece insinuar que España padece hoy tanta miseria como tras la guerra civil o el tan turísticamente romántico siglo XIX.

Pero, en torno a estos testimonios de extrema pobreza, lo que sí es claro es que una cosa es que su existencia debiera avergonzarnos a todos nosotros - y hacer todo para acabar con ella - y otra cosa es que el no ser rico se haya convertido, en este mundo tan social y progresado, en el único delito y en como si quienes padecen esa pobreza extrema fueran los culpables de su condición y, además, la contagiasen. Pero tal es la idea de las gentes progresadas. Tan distinta de las gentes miserables, que lógicamente quieren dejar de serlo y obtener un sencillo vivir con las necesidades primordiales cubiertas, y una vida digna y alegre de personas, pero no suelen envidiar a las gentes ricas, y, desde siempre recomendaron que cenaran dos veces. Y, como los demás hombres y mujeres, tampoco ellos necesitan ni líderes ni redentores, sino la justicia que supone ser dueños de sí mismos.

La imagen de América del Norte, desde los puritanos en adelante, se nos ha mostrado como una tierra de continuos buscadores de nuevas fronteras, que es algo digno de asombro; y España misma lo ha sido en los siglos pasados, aunque últimamente parecía haber encontrado oro también por doquier, y la ultima aldea deseaba tener y tuvo una piscina olímpica y un "contenedor cultural". Y esto no sé yo si lo saben fuera de nuestras fronteras, o es que prefieren mostrar nuestra pobreza como tantas de nuestras meras idioteces, mirándonos desde arriba.

Desde los tiempos del romanticismo algunas gentes de algunos países extranjeros pretenden saber lo que es España mejor que nosotros, pero la cosa no tiene mucha importancia, ni hay que molestarse en contestar, no podemos pasarnos la historia entera dando explicaciones.

José Jiménez Lozano