Que los atardeceres de la Tierra de Arévalo son dignos de ser admirados es algo que casi nadie que los ha visto puede poner en duda. Llevo años contemplando el atardecer desde diferentes puntos de Arévalo y su comarca, y cada día me sorprende un matiz. Pese a ser el mismo espectáculo cada día no he visto dos exactamente iguales. Incluso al desplazarme a otros pueblos de este paisaje más próximo como pueden ser Aldeaseca, Sinlabajos, Langa o cualquier otro, contemplo unas imágenes únicas y espectaculares.
Inevitablemente tiendo a imaginar cómo verían esos mismos atardeceres las gentes de antaño. Tanto hace muchos siglos como hace muchas decenas de años los atardeceres y los paisajes serían los mismos. Pero tengo la sospecha que las gentes no los mirarían igual. Mirarían maravillados. Ignorantes del funcionamiento de los astros, cosa que hoy gracias a la sabiduría a algunos de los de nuestra especie, cualquiera de nosotros conoce. Asustados cuando viesen esos colores de fuego al ocultarse el sol en el horizonte. No es de extrañar que surgieran multitud de creencias y de interpretaciones mágicas o religiosas.
He visto otros atardeceres en otras partes del mundo y reconociendo la belleza de muchos de ellos, no igualan lo que siento al contemplar estos. También he observado que hace falta tener una cierta edad para reparar y admirar los atardeceres. Es un espectáculo que no levanta demasiadas simpatías entre los jóvenes, salvo cuando están enamorados. En ese caso se hacen acompañar del amado a la contemplación de la puesta de sol. Pero el amor les traiciona y el deseo de ver ponerse el sol en el horizonte pasa a un segundo plano cuando de hito en hito, en esas miradas enamoradas, sus pupilas quedan enganchadas, y no pueden apartar la mirada de uno de la del otro, pasando el ocaso a un muy segundo plano.
Hace falta una cierta madurez del ánimo para fijarse en una puesta de sol. Esa misma madurez te permite asistir al espectáculo con la compañía de un amigo, un grupo de desconocidos o de la persona amada. Un buen amigo dice que descubres que te has hecho mayor, cuando puedes asistir al ocaso abrazado a la persona amada y no necesitas mirarla a los ojos, sino que los ves en el sol que se oculta. Tengo que reconocer que es un romántico incurable, pero puede que lleve razón.
Este mismo amigo, quizás llevado por su romanticismo, sostiene que los negocios que prosperan son los que venden mentiras a muy buen precio. Por eso, cuando el otro día hablábamos de las necesidades comerciales de Arévalo y la comarca, le propuse un negocio que creo saldrá redondo. La venta de atardeceres. La materia prima, salvo que alguna administración avispada repare en ello, no nos costará nada. La calidad del género es indudable, podemos además darlo a probar las primeras veces totalmente gratis. Una vez que lo prueben los clientes no van a dudar de la calidad del producto en cuestión.
El local para vender los atardeceres de la Tierra de Arévalo más o menos está ya localizado, por supuesto está orientado a poniente, y el precio no me parece excesivo. Lo difícil será conseguir la financiación del banco para nuestro proyecto. Pero se nos ha ocurrido que podemos citar al director de la oficina bancaria una tarde de estas y llevarle con nosotros hasta un lugar cualquiera que asome sobre las cuestas del río Arevalillo. Habremos de hacerlo a última hora de la tarde, para que cuando le pidamos la cantidad que necesitamos, coincida en el tiempo con el ocaso del astro rey. Cuando reciba nuestra petición dineraria al tiempo que contempla la singular belleza del momento, será imposible que se niegue a conceder el préstamo. Si además es una tarde de tantas, con nubes jaspeadas en el firmamento, de esas que habréis visto, que producen esa infinidad de colores casi imposibles de reproducir humanamente; habremos de tener cuidado no siendo que se vaya a enamorar de alguno de nosotros, lo cual supondría un serio inconveniente.
Una vez puesto en marcha el negocio, las cortas distancias que nos separan de las principales ciudades de la región o incluso la capital del país, nos asegurarán la clientela en número suficiente. Los primeros clientes serán nuestros mejores embajadores. Impresionados por la belleza que contemplarán no podrán por menos que ensalzar ante sus amistades lo contemplado. Con una buena administración de los beneficios que obtengamos nos podemos garantizar una buena pensión para nuestra vejez. Consumiremos nuestros ahorros el día de mañana contemplando los atardeceres de la Tierra de Arévalo.
Inevitablemente tiendo a imaginar cómo verían esos mismos atardeceres las gentes de antaño. Tanto hace muchos siglos como hace muchas decenas de años los atardeceres y los paisajes serían los mismos. Pero tengo la sospecha que las gentes no los mirarían igual. Mirarían maravillados. Ignorantes del funcionamiento de los astros, cosa que hoy gracias a la sabiduría a algunos de los de nuestra especie, cualquiera de nosotros conoce. Asustados cuando viesen esos colores de fuego al ocultarse el sol en el horizonte. No es de extrañar que surgieran multitud de creencias y de interpretaciones mágicas o religiosas.
He visto otros atardeceres en otras partes del mundo y reconociendo la belleza de muchos de ellos, no igualan lo que siento al contemplar estos. También he observado que hace falta tener una cierta edad para reparar y admirar los atardeceres. Es un espectáculo que no levanta demasiadas simpatías entre los jóvenes, salvo cuando están enamorados. En ese caso se hacen acompañar del amado a la contemplación de la puesta de sol. Pero el amor les traiciona y el deseo de ver ponerse el sol en el horizonte pasa a un segundo plano cuando de hito en hito, en esas miradas enamoradas, sus pupilas quedan enganchadas, y no pueden apartar la mirada de uno de la del otro, pasando el ocaso a un muy segundo plano.
Hace falta una cierta madurez del ánimo para fijarse en una puesta de sol. Esa misma madurez te permite asistir al espectáculo con la compañía de un amigo, un grupo de desconocidos o de la persona amada. Un buen amigo dice que descubres que te has hecho mayor, cuando puedes asistir al ocaso abrazado a la persona amada y no necesitas mirarla a los ojos, sino que los ves en el sol que se oculta. Tengo que reconocer que es un romántico incurable, pero puede que lleve razón.
Este mismo amigo, quizás llevado por su romanticismo, sostiene que los negocios que prosperan son los que venden mentiras a muy buen precio. Por eso, cuando el otro día hablábamos de las necesidades comerciales de Arévalo y la comarca, le propuse un negocio que creo saldrá redondo. La venta de atardeceres. La materia prima, salvo que alguna administración avispada repare en ello, no nos costará nada. La calidad del género es indudable, podemos además darlo a probar las primeras veces totalmente gratis. Una vez que lo prueben los clientes no van a dudar de la calidad del producto en cuestión.
El local para vender los atardeceres de la Tierra de Arévalo más o menos está ya localizado, por supuesto está orientado a poniente, y el precio no me parece excesivo. Lo difícil será conseguir la financiación del banco para nuestro proyecto. Pero se nos ha ocurrido que podemos citar al director de la oficina bancaria una tarde de estas y llevarle con nosotros hasta un lugar cualquiera que asome sobre las cuestas del río Arevalillo. Habremos de hacerlo a última hora de la tarde, para que cuando le pidamos la cantidad que necesitamos, coincida en el tiempo con el ocaso del astro rey. Cuando reciba nuestra petición dineraria al tiempo que contempla la singular belleza del momento, será imposible que se niegue a conceder el préstamo. Si además es una tarde de tantas, con nubes jaspeadas en el firmamento, de esas que habréis visto, que producen esa infinidad de colores casi imposibles de reproducir humanamente; habremos de tener cuidado no siendo que se vaya a enamorar de alguno de nosotros, lo cual supondría un serio inconveniente.
Una vez puesto en marcha el negocio, las cortas distancias que nos separan de las principales ciudades de la región o incluso la capital del país, nos asegurarán la clientela en número suficiente. Los primeros clientes serán nuestros mejores embajadores. Impresionados por la belleza que contemplarán no podrán por menos que ensalzar ante sus amistades lo contemplado. Con una buena administración de los beneficios que obtengamos nos podemos garantizar una buena pensión para nuestra vejez. Consumiremos nuestros ahorros el día de mañana contemplando los atardeceres de la Tierra de Arévalo.