Aunque no llegábamos al centenar y la mañana estaba lluviosa, nos dimos cita en la laguna de El Oso. Empezó la mañana con lluvia persistente y viento de levante, pero cuando llegábamos por Villanueva de Gómez, el sol rompió por el horizonte, la masa de nubes que le ocultaba, ofreciéndonos un amanecer espectacular. Como todos dirá probablemente alguien que ve amanecer cada día, pero a nosotros nos impactó, quizás por la infrecuencia lo que presenciamos ese espectáculo diario.
Como la lluvia no cesaba, un hermoso arco iris se mostraba en el plano contrario, como oponiéndose al momento de la salida del sol. A oriente el sol, a poniente el arco iris, bello completo y misterioso, ¿qué habrá allá donde nace este arco?, ¿y donde acaba?
Aparcamos nuestros vehículos, fuimos en pocos para no desplazar tantos automóviles y así evitar más emisiones de CO2. Nos aprovisionamos de todo lo necesario al tiempo que intercambiábamos saludos. Tuvimos ocasión de saludar al naturalista inglés que en esta lluviosa y fresca mañana nos acompañaba. Mister Chisp habla bastante bien el español y nos pudimos entender sin dificultad.
Comenzamos a caminar hacia el observatorio, ya antes de llegar a nuestro destino habíamos avistado un bando de grullas que sobrevolaba a nuestra diestra con rumbo desconocido. Sin poder remediarlo recordé la leyenda de la fundación de Roma, Ciudad Eterna, no por ser la única y sí por ser la que más veces he escuchado. La observación de las aves por el hombre viene de lejos. Conforme nos acercábamos, los ánades azulones y el ánsar común sobrevolaban nuestra marcha y aterrizaban como hidroaviones en la laguna. Mister Chisp me señaló una primera charca que se encuentra antes de la laguna. Me contó que era fruto de la actividad humana y también manifestó su desacuerdo con esta desacertada intervención. Me indicó también la plantación de una especie vegetal junto al camino, nada propia de estos parajes, totalmente ajena a ellos. Como quiera que al tiempo de dar el nombre de la planta emitiera un gruñido de desaprobación, me quedé sin saber el nombre. Apenas le conocía hacía unos minutos, era un reputado naturalista y yo soy tímido por naturaleza. Así que, me quedé sin saber el nombre de la planta en cuestión. Lo que sé sin duda alguna es que no le gustó la elección a mister Chisp.
Ya dentro del observatorio, comenzamos a ver con detenimiento las diferentes especies que ocupaban la laguna en ese momento. Realizaban sus habituales tareas diarias: comer, asearse, ejercitarse, reponer fuerzas para continuar vieja, etc. Luisjo nos señalaba los gansos que pastaban en un barbecho cercano, una grulla solitaria, tal vez enferma, permanecía en la laguna, ajena a todos cuantos a su alrededor se movían. Apareció un Milano Real planeando en busca de carroña, al momento un Aguilucho Lagunero y entre la nutrida colonia de ánades azulones, los machos con su colorido plumaje y las hembras con su mimético plumaje parduzco, un pato cuchara. Hasta nosotros llegaba con nitidez el ruido que emitían todos ellos. Bandadas de gorriones molinero y comunes revoloteaban incansables en su piar. De un barbecho a otro, o paraban en las junqueras o se llegaban a un sembrado. Las avefrías también andaban por allí.
Salimos del observatorio por indicaciones de Luisjo en busca de las grullas. Durante nuestra marcha nos señalaba las especies nuevas que podíamos observar. Tres o cuatro liebres iniciaron su elegante y potente carrera al sentir nuestra presencia, temerosas de nuestros actos y desconocedoras de la veda de caza existente en ese término municipal, al menos de momento. No parece que las liebres tengan mucha relación con la Administración, lo que inevitablemente me llevó a pensar que eso es más cosa de las tortugas.
Allí estaban. Un enorme bando de varios cientos de grullas pastaban en los sembrados que había cerca de los pinares. Siquiera la actividad de un labrador, que a pesar de ser domingo realizaba sus obligatorias tareas con su tractor, perturbaba a las grullas. Luisjo señaló inmediatamente el lugar hacia el que debíamos dirigir nuestras miradas. El color amarillo de la pala del tractor y un solitario grupo de chopos resultaron las mejores referencias. Mister Chisp me confesó en voz baja su duda. Como buen protestante que es, se cuestiona todo en la vida y procura encontrar respuesta a sus dudas. Me preguntó si no sería por trabajar en domingo la razón por la que las plegarias del labrador español, católico, apostólico y hasta no hace mucho romano, no fueran atendidas. No pude responderle, además de mi timidez debo añadir una gran ignorancia en asuntos de Fe. I d’ont know, acerté a contestar.
Como había dejado de llover desde que salimos del observatorio, durante un buen rato estuvimos observándolas. Cuando intentamos acercarnos un poco más levantaron el vuelo y nos ofrecieron un magnífico espectáculo. Comparable al amanecer y al arco iris observados a primera hora de la mañana. Cientos de grullas pasaban a nuestro alrededor, con su majestuoso y elegante vuelo. Explicaciones sobre su lugar de procedencia, sus estrategias de vuelo, sus costumbres migratorias y muchas otras particularidades sobre esta especie, acompañaron el almuerzo. Bocata de chorizo o galletas integrales, cada uno según su estado; mister Chisp un sándwich como buen inglés que es, por supuesto.
De regreso al estacionamiento pudimos observar varias especies más, como un bando de calandrias con su hermoso canto, varios Milanos Reales más, un Aguilucho Lagunero, un Cernícalo Vulgar y una solitaria Garza Real. Multitud de avefrías y las grullas volando incansables, tal vez preparándose para su inminente marcha hacia Extremadura. Durante nuestro regreso pudimos ver a ocho avutardas que sobrevolaron uno de los pinares y desaparecieron.
Al final de la jornada, mister Chisp y yo tomamos un café en Arévalo y mantuvimos una rica conversación. Comienzo de una interesante relación y primer paso para aprender a vencer mi timidez. Al menos así es lo que yo recuerdo de ayer.
Como la lluvia no cesaba, un hermoso arco iris se mostraba en el plano contrario, como oponiéndose al momento de la salida del sol. A oriente el sol, a poniente el arco iris, bello completo y misterioso, ¿qué habrá allá donde nace este arco?, ¿y donde acaba?
Aparcamos nuestros vehículos, fuimos en pocos para no desplazar tantos automóviles y así evitar más emisiones de CO2. Nos aprovisionamos de todo lo necesario al tiempo que intercambiábamos saludos. Tuvimos ocasión de saludar al naturalista inglés que en esta lluviosa y fresca mañana nos acompañaba. Mister Chisp habla bastante bien el español y nos pudimos entender sin dificultad.
Comenzamos a caminar hacia el observatorio, ya antes de llegar a nuestro destino habíamos avistado un bando de grullas que sobrevolaba a nuestra diestra con rumbo desconocido. Sin poder remediarlo recordé la leyenda de la fundación de Roma, Ciudad Eterna, no por ser la única y sí por ser la que más veces he escuchado. La observación de las aves por el hombre viene de lejos. Conforme nos acercábamos, los ánades azulones y el ánsar común sobrevolaban nuestra marcha y aterrizaban como hidroaviones en la laguna. Mister Chisp me señaló una primera charca que se encuentra antes de la laguna. Me contó que era fruto de la actividad humana y también manifestó su desacuerdo con esta desacertada intervención. Me indicó también la plantación de una especie vegetal junto al camino, nada propia de estos parajes, totalmente ajena a ellos. Como quiera que al tiempo de dar el nombre de la planta emitiera un gruñido de desaprobación, me quedé sin saber el nombre. Apenas le conocía hacía unos minutos, era un reputado naturalista y yo soy tímido por naturaleza. Así que, me quedé sin saber el nombre de la planta en cuestión. Lo que sé sin duda alguna es que no le gustó la elección a mister Chisp.
Ya dentro del observatorio, comenzamos a ver con detenimiento las diferentes especies que ocupaban la laguna en ese momento. Realizaban sus habituales tareas diarias: comer, asearse, ejercitarse, reponer fuerzas para continuar vieja, etc. Luisjo nos señalaba los gansos que pastaban en un barbecho cercano, una grulla solitaria, tal vez enferma, permanecía en la laguna, ajena a todos cuantos a su alrededor se movían. Apareció un Milano Real planeando en busca de carroña, al momento un Aguilucho Lagunero y entre la nutrida colonia de ánades azulones, los machos con su colorido plumaje y las hembras con su mimético plumaje parduzco, un pato cuchara. Hasta nosotros llegaba con nitidez el ruido que emitían todos ellos. Bandadas de gorriones molinero y comunes revoloteaban incansables en su piar. De un barbecho a otro, o paraban en las junqueras o se llegaban a un sembrado. Las avefrías también andaban por allí.
Salimos del observatorio por indicaciones de Luisjo en busca de las grullas. Durante nuestra marcha nos señalaba las especies nuevas que podíamos observar. Tres o cuatro liebres iniciaron su elegante y potente carrera al sentir nuestra presencia, temerosas de nuestros actos y desconocedoras de la veda de caza existente en ese término municipal, al menos de momento. No parece que las liebres tengan mucha relación con la Administración, lo que inevitablemente me llevó a pensar que eso es más cosa de las tortugas.
Allí estaban. Un enorme bando de varios cientos de grullas pastaban en los sembrados que había cerca de los pinares. Siquiera la actividad de un labrador, que a pesar de ser domingo realizaba sus obligatorias tareas con su tractor, perturbaba a las grullas. Luisjo señaló inmediatamente el lugar hacia el que debíamos dirigir nuestras miradas. El color amarillo de la pala del tractor y un solitario grupo de chopos resultaron las mejores referencias. Mister Chisp me confesó en voz baja su duda. Como buen protestante que es, se cuestiona todo en la vida y procura encontrar respuesta a sus dudas. Me preguntó si no sería por trabajar en domingo la razón por la que las plegarias del labrador español, católico, apostólico y hasta no hace mucho romano, no fueran atendidas. No pude responderle, además de mi timidez debo añadir una gran ignorancia en asuntos de Fe. I d’ont know, acerté a contestar.
Como había dejado de llover desde que salimos del observatorio, durante un buen rato estuvimos observándolas. Cuando intentamos acercarnos un poco más levantaron el vuelo y nos ofrecieron un magnífico espectáculo. Comparable al amanecer y al arco iris observados a primera hora de la mañana. Cientos de grullas pasaban a nuestro alrededor, con su majestuoso y elegante vuelo. Explicaciones sobre su lugar de procedencia, sus estrategias de vuelo, sus costumbres migratorias y muchas otras particularidades sobre esta especie, acompañaron el almuerzo. Bocata de chorizo o galletas integrales, cada uno según su estado; mister Chisp un sándwich como buen inglés que es, por supuesto.
De regreso al estacionamiento pudimos observar varias especies más, como un bando de calandrias con su hermoso canto, varios Milanos Reales más, un Aguilucho Lagunero, un Cernícalo Vulgar y una solitaria Garza Real. Multitud de avefrías y las grullas volando incansables, tal vez preparándose para su inminente marcha hacia Extremadura. Durante nuestro regreso pudimos ver a ocho avutardas que sobrevolaron uno de los pinares y desaparecieron.
Al final de la jornada, mister Chisp y yo tomamos un café en Arévalo y mantuvimos una rica conversación. Comienzo de una interesante relación y primer paso para aprender a vencer mi timidez. Al menos así es lo que yo recuerdo de ayer.