martes, 8 de junio de 2010

¡LO QUE NO NOS SIRVA, PARA TIRARLO A LAS CUESTAS!


Esta expresión que nos resulta tan familiar en Arévalo, puede parecer fuera de lugar de acuerdo con los tiempos que corren y lo es; pero es el resultado de cientos de años de convivencia con el entorno. Cometeríamos un error si pretendiésemos analizar el pasado con la perspectiva de pensamiento de hoy en día.
Las cuestas de los ríos Adaja y Arevalillo han formado parte del paisaje de Arévalo desde tiempos inmemoriales. Pero la sociedad que ocupaba este espacio físico no siempre las percibía de igual forma. Cabe imaginar que el asentamiento originario tuvo su nacimiento por el enclave estratégico que suponía. Corriendo los años los vecinos veían las cuestas como elemento de defensa ante no tan hipotéticos ataques exteriores. Animales y con posterioridad enemigos humanos, encontraban un serio obstáculo en “Las Cuestas” y los habitantes del Arévalo de entonces les atribuían un carácter defensivo sin igual. Con el discurrir de los años, los animales salvajes dejaron de representar un peligro. El peligro pasó entonces a lo que otros pueblos pudieran hacer a los pobladores de Arévalo. Apenas si necesitó una mínima fortificación artificial, levantaron una breve muralla en aquel espacio que no protegía sus “Cuestas”. Pasaron los siglos y la seguridad proporcionada por el elemento natural permitió que la población asentada creciese.
Con el final de los enfrentamientos bélicos entre los pueblos, aunque relativos, hizo que el carácter defensivo de los mencionados escarpes sobre los ríos perdiera su importancia. Entonces los pobladores comienzan a utilizar ese espacio como vertedero de los residuos, que entonces llamaban inmundicias y posteriormente basuras. Llegando esta utilización hasta fechas bien recientes en la historia de Arévalo. La mayoría de las generaciones más próximas que nos han precedido las han utilizado como vertedero. Cada uno en su barrio con la proximidad de “Las Cuesta” utilizaba cualquiera de los puntos para tirar todo aquello que ya no le servía. Estos lo arrojaban junto al Puente de Medina, aquellos lo hacían en el Mirador viejo, otros a la altura del puente de los Barros y así conforme crecía Arévalo, los residuos iban siendo arrojados a “Las Cuestas”; bien reciente es el recuerdo incluso de un vertedero de basuras y escombros junto al camino que hoy baja a lo que era “El Cortijo”, camino que separaba las cuestas del Adaja del vertido de los residuos de un cebadero de cerdos próximo.
Todavía son muchos los que recuerdan al señor Mariano Ramiro, alias “Ramique”, con su carro de color verde tirado por dos mulos recogiendo la basura. Este señor además era el capador de Arévalo, oficio que ha desaparecido, y recuerdan la maestría que mostraba en la acción de capar cerdos y todo tipo de animales sujetos a dicho tratamiento tan expeditivo. Era por el año 1950. Los barrenderos y personal de la basura elaboraban sus propias escobas con la retama que ellos mismos recogían en el campo.
El servicio de recogida de basuras, tal y como le conocemos, es algo recientísimo para la vida de una sociedad. Cabe recordar que el espacio que actualmente ocupa la Biblioteca Municipal, “La Alhóndiga”, era el lugar donde se guardaba el carro de la basura hasta la década de 1.970. Hasta entonces un carro recorría Arévalo recogiendo algún que otro resto de basura y la mayor parte del desperdicio se arrojaba a “Las Cuestas”.
Conceptos como recogida selectiva de residuos sólidos, reciclaje, separación de residuos, sellado de vertederos, y un largo etcétera; son todavía para una gran cantidad de ciudadanos demasiado novedosos. Lo es también el concepto de Patrimonio Natural. Es preciso un trabajo de concienciación en la actual sociedad arevalense para que se adapte a los nuevos tiempos. Dar publicidad a la Ordenanza Municipal de Tratamiento y Recogida de Residuos Sólidos Urbanos, vigente pero desconocida por la gran mayoría de los ciudadanos. Aumentar la vigilancia, control y sanción de los vertidos ilegales. Facilitar a los ciudadanos el vertido de determinados residuos como pueden ser las pequeñas cantidades de escombro, quizás mediante la colocación estratégica de contenedores habilitados para ello y que retirados de la forma adecuada acaben con tantos vertidos ilegales y sobre todo afeadores del paisaje de nuestra ciudad. Que la gestión del servicio de Limpieza Viaria y Recogida de Residuos Sólidos aumente el número de trabajadores para satisfacer el crecimiento y necesidades de Arévalo. Que papeleras y contenedores de diferente uso no brillen por su ausencia. Que el proceder de ciudadanos con mascotas y sin ellas sea más solidario y respetuoso con el entorno y con el resto de ciudadanos. Una mejor gestión del Punto Limpio, para que no resulte un eufemismo, y sí un ejemplo de la recogida selectiva y tratamiento de residuos. Hay que limpiar más pero también hay que manchar menos.
El guión hace años que existe, se llama Agenda 21. No voy a referirme a su contenido. Ahí está y se puede leer. Pero sí me voy a referir a la necesidad de publicitarla, de dar traslado de su contenido e intenciones a la ciudadanía. Que la frase que sirve de título al presente texto pase a la historia, como lo hizo aquella de “A las murallas” cuando había que defender Arévalo, depende del grado de aceptación y compromiso de la sociedad arevalense en el objetivo de alcanzar un desarrollo sostenible. Que sea posible crear riqueza conservando y mejorando nuestro entorno natural.
Claro que si el guión existente no gusta o resulta insuficiente, pues nada se hace uno nuevo, se da a conocer a todos los vecinos y se empieza a trabajar en la tarea de acabar con la suciedad que afea a la ciudad de Arévalo y sobre todo a sus “Cuestas”. Todo con tal de legar una nueva frase a nuestros herederos, una que venga a significar la belleza que se puede contemplar desde “Las Cuestas”. Que empiece así: “A las Cuestas,……..” el resto será cosa de los ciudadanos, de ellos depende el final.