lunes, 3 de diciembre de 2012

DIEZ MILLONES DE VOTOS



En el año 1.982 voté por primera vez. Con mis recién estrenados 18 años acudí por primera vez a las urnas. Con ese acto, depositar mi voto en una urna de plástico transparente, sentía que formaba parte de una sociedad que se construía a mi alrededor, y de la que había formado parte hasta ese momento con voz y presencia pero sin voto. Emoción contenida, miedo a no saber hacer las cosas como debían ser.
Más allá de mi voto, la historia recogió ese momento como algo especial que había sucedido en España. Diez millones de votos depositaron su confianza en que España debía cambiar. Junto a los votos, una ilusión, la de millones de personas que querían ver cambiar el país.
A fe mía que ha cambiado en estos treinta años España. Pero los que más han cambiado han sido los que nos pidieron nuestro voto en aquellas elecciones. Hoy, hablan de recuperar la mayoría. Lo hagan o no, su dificultad entiendo que está en recuperar la ilusión de esos diez millones de votos que dilapidaron junto a muchas de sus decisiones. Hoy los que votan son otros, somos otros, hemos cambiado, pero tenemos deseo de ilusionarnos por un proyecto de futuro, que construya un lugar común para todos, sin exclusiones sociales, económicas ni políticas.
Tal vez lo primero que deban hacer, los que han protagonizado estos treinta años la vida pública del Partido Socialista Obreo Español, sea dar un paso al lado, retirarse de la primera fila, dejar paso a gente jóven con nuevos proyectos, que recuperen la ilusión de un electorado, que sigue esperando un proyecto en el que creer. Hace falta también ilusionar a diez millones de españoles por lo menos, porque eso no ha cambiado, ahí está la barrera de la mayoría absoluta en este país. Pero lo más importante, es que hace falta la ilusión de diez millones de personas al menos para encontar solución a los problemas que acucian a esta España de hoy, tan diferente de la de hace treinta años, pero tan necesitada como entonces de unos políticos que den confianza al electorado, que presenten un proyecto justo, humano, social e integrador. Personas que sean capaces de volver a hacer sentir ilusión a los votantes. Porque lo que he aprendido en estos treinta años, es que un estado de bienestar cuesta muchos años construirlo pero se puede desmantelar en muy poco tiempo. Así sucede con la ilusión y la confianza de los electores, cuesta mucho ganarlas pero se pierden en muy poco tiempo.